Furtiva vengo a tu patio en la ausencia de su dueño que va por el Mulhacén como un paria bandolero por no ceder su creencia a quien le quiere confeso.
Puedo husmear tus olores de tigre acosado y fiero.
Por no dejar huellas agrias en el piso de tus yermos vengo descalza y pequeña arropada en mis secretos y los geranios se asustan cuando en ellos te rastreo.
Están oliendo a tu savia las esporas del helecho.
Si me encuentras sembrarás con tu brío zahareño en mi vientre un hijo moro que me matará de duelo cuando siga tus pisadas de nómada y de guerrero.
¡Ay, si no fuera morisca! ¡Ay, si te quisiera menos!
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