Nunca objeto de tu deseo fui,
nunca anhelaron tus garras
hincarse en mi carne tierna,
ni tu mirada de águila
me tuvo jamás por presa.
Presa de amor
tampoco me rendí,
nada besó tus plantas,
como no fueran las hojas del caduco plátano.
No hallaba mi pensamiento
más razón para ansiar tu compañía,
que la compañía misma,
que una amistad de cancela abierta.
Y un día, un día cualquiera,
con paso decidido,
franqueaste el vano de aquella verja;
dejaste atrás cartas escritas en el aire,
confidencias hilvanadas
en el cordón umbilical de la confianza.
Te fuiste sin despedida,
con un rictus de solapada traición
prendido en las comisuras de los labios.
Te fuiste por azar,
aturdido por un espejismo
de ese vasto desierto que es tu vida;
por la misma carambola
por la que un día, un día cualquiera
- esa vez con las maletas cargadas
de algo parecido a la esperanza -,
llegaste a mí.
nunca anhelaron tus garras
hincarse en mi carne tierna,
ni tu mirada de águila
me tuvo jamás por presa.
Presa de amor
tampoco me rendí,
nada besó tus plantas,
como no fueran las hojas del caduco plátano.
No hallaba mi pensamiento
más razón para ansiar tu compañía,
que la compañía misma,
que una amistad de cancela abierta.
Y un día, un día cualquiera,
con paso decidido,
franqueaste el vano de aquella verja;
dejaste atrás cartas escritas en el aire,
confidencias hilvanadas
en el cordón umbilical de la confianza.
Te fuiste sin despedida,
con un rictus de solapada traición
prendido en las comisuras de los labios.
Te fuiste por azar,
aturdido por un espejismo
de ese vasto desierto que es tu vida;
por la misma carambola
por la que un día, un día cualquiera
- esa vez con las maletas cargadas
de algo parecido a la esperanza -,
llegaste a mí.