Eres pámpano jugoso y fresco, rozagante de racimos. Mis llagas cicatrizas con tu savia, y el insondable azul me redime con la perspectiva de un nuevo horizonte.
Atrás quedan los amores vencidos por las sábanas, los destierros, las deshabitadas ínsulas, el sabor salobre de las lágrimas.
Atrás quedan recuerdos para servir de alimento a las llamas; aquí y ahora: tú, con tu aliento de uva madura almibarándome la garganta, y yo, con la cintura ceñida de esperanzas.

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