La tartamudez es un trastorno de la comunicación que se caracteriza por la forma de hablar entrecortada, repitiendo las sílabas. Es un desorden tan antiguo como la humanidad cuya causa ha dado lugar a múltiples interpretaciones a través del tiempo.
El tartamudeo por lo general va acompañado de rigidez muscular en cara y cuello; de temor y de mucha tensión.
El avance de la neurociencia ha hecho posible observar, en las personas que sufren de este problema, ciertas diferencias en algunas áreas del cerebro que se relacionan con la comunicación. La tomografía por emisión de positrones muestra hiperactividad en el hemisferio derecho; y en el izquierdo se observa un déficit en el sistema auditivo. También se registra en la corteza premotora, que normalmente está inactiva cuando hablamos, y en las zonas motoras del cerebelo, gran actividad: y posiblemente esto se relacione con la coordinación de los movimientos.
Sin embargo, estas diferencias en el cerebro podrían haber sido no la causa sino la consecuencia de la tartamudez, ya que las pruebas fueron realizadas en adultos y se sabe que los factores emocionales y psicológicos pueden modificar las conexiones nerviosas.
El tratamiento de la tartamudez no es fácil y los resultados varían según la persona, siendo los niños los que tienen más posibilidades.
En Argentina existe la Asociación Argentina de Tartamudez, con sede en la Capital Federal, dedicada a la prevención, tratamiento, acompañamiento y a la información sobre este tema.
Un caso de tartamudez que resulta ilustrativo y que alienta la esperanza de superarla a cualquier edad, afligió a la corona británica a principios del siglo XX y pudo llegar a malograr el desempeño público del rey de Inglaterra, Jorge VI, padre de la actual reina; si no hubiera recurrido a los buenos oficios del terapeuta australiano, Lionel Logue, conocido en esa época por la eficacia de su método.
La película “El discurso del rey” muestra cómo se relacionaron estos dos hombres y cómo pudo recuperarse el rey de su tartamudez.
Logue se dedicaba a enseñar expresión, pero durante la segunda guerra mundial empleó este método para ayudar a los soldados que no podían hablar bien debido a los traumas sufridos en la contienda.
El duque de York, hasta ese momento, había sido examinado por los mejores especialistas, pero ninguno había tenido éxito, hasta que su esposa, Elizabeth, madre de la actual reina de Inglaterra, le insistió para que viera a Logue.
Finalmente el rey accedió y lo visitó en su humilde consultorio, como cualquier ciudadano común, recibiendo a cambio el mismo trato.
El terapeuta le indicó ejercicios de respiración y recitar en voz alta algunos trabalenguas, técnicas que combinaba con una forma de psicoterapia de orientación psicoanalítica.
En esa época Freud era ya muy conocido y frecuentado por personas de clase alta que padecían trastornos psiquiátricos.
Logue atendió bastante tiempo al rey, logrando muy buenos resultados, lo que le permitió hacer su discurso por radio el día que Gran Bretaña le declaró la guerra a Alemania.
Posteriormente, cada vez que el rey tenía que dirigirse a su pueblo por medio de un discurso, Logue era convocado para que lo acompañara.
Hasta su muerte, el terapeuta mantuvo la discreción y su relación con el rey en secreto; pero tiempo después, el guionista David Seidler, se conectó con uno de los hijos de Logue con la intención de escribir una obra sobre ese aspecto de la vida del rey; pero éstos respetaron el deseo de la reina madre, que ya tenía ochenta años, de no hacerlo público hasta después de su muerte.
La reina falleció a la edad de 105 años, de modo que la obra de Seidler se pudo estrenar después de más de veinte años.
Su obra fue la inspiración para hacer la película; pero Logue ya había muerto y casi no había esperanzas de encontrar a alguien de la familia que conservara su diario o alguna referencia escrita.
Afortunadamente pudieron hacer contacto con un sobrino de Logue, Mark, quien les proporcionó no sólo el diario sino también cartas, recortes de periódicos y fotografías.
En Estados Unidos la película ganó el Oscar de la Academia, al mejor film extranjero.
Fuente: “The King´s speech”; y “How one man save de british monarchy”; Mark Logue y Peter Conradi.