Se puede afirmar que todos los médicos desalientan el hábito del cigarrillo, considerándolo perjudicial para la salud; sin embargo existen intereses económicos y políticos que interfieren y hacen más difícil la erradicación de esta adicción.

Si bien se ha avanzado mucho en defensa del consumidor mediante advertencias obligatorias en los mismos envases de los cigarrillos, prohibición de fumar en lugares cerrados y alertando sobre la incidencia del consumo de tabaco en el desarrollo del cáncer de pulmón, a los gobiernos les resulta difícil prescindir de los enormes ingresos en impuestos que pagan las tabacaleras.

En cuanto a los empresarios, aprovechan que el tabaco siguen siendo un producto legal para no ceder a las campañas antitabaco, sin tener en cuenta que están vendiendo una droga que se sabe contribuye a matar a más de mil norteamericanos por día.

El tabaco es diferente a las otras drogas, como la cocaína o la heroína, porque influye en mayor proporción en la economía de un país, abarca la mayoría de los sectores de la población, y no condiciona la libertad personal.

Mientras las plantaciones que producen cocaína y amapolas, que es de donde se extrae el opio, son de importancia para países como Perú y Afganistán, que son presionados por el gobierno de los Estados Unidos para que no las cultiven; casi todo el tabaco que se consume en el país del norte proviene de plantaciones legales dentro de ese mismo país, aunque más de cuatrocientas mil personas mueran por año debido al cigarrillo, muchas más que las que mueren afectadas por el uso de las demás drogas.

Las advertencias de no fumar no han tenido gran repercusión en el público y aunque el tabaco es ilegal para los menores, hay más de tres millones de fumadores adolescentes.

El cigarrillo, a pesar de todo, sigue siendo un hábito de consumo difícil de erradicar en el mundo. En China, por ejemplo, los fumadores superan a toda la población de los Estados Unidos.

Tanto el tabaco como el alcohol formaron parte a lo largo de la historia, de ceremoniales de tipo social o religioso.
En América existía el ritual de fumar la pipa de la paz entre tribus antagónicas, cuando llegaban a algún acuerdo.
Es probable que los exploradores europeos descubrieran el tabaco y lo introdujeran en Inglaterra en el siglo XVII.

En Europa se fumaba desde que Colón descubrió América y ya desde esa época se convirtió en un hábito popular que no se pudo detener.

Antiguamente el tabaco se masticaba, se inhalaba en forma de vapor, se fumaba en pipa o en forma de puros y todos estos complicados métodos limitaban el consumo.

Pero en el siglo XIX, al inventarse las máquinas para hacer cigarrillos, se llegaron a producir más de cien mil cigarrillos por día.

En los años veinte del siglo pasado, fumar era considerado, en la sociedad norteamericana, un signo de sofisticación y marcaba un estilo personal, lo que supuestamente incrementaba el atractivo.

Pero recién en los últimos veinte años se produjo un gran cambio de conciencia a gran escala en ciertos segmentos de la población.

El principal efecto psicoactivo del cigarrillo, que es la nicotina, tiene un alto poder adictivo. Con relación a la cocaína, casi la mitad de los que prueban el tabaco se convierten en adictos, mientras solamente entre el tres y el veinte por ciento de los que prueban cocaína se hacen adictos.

Para dejar de fumar, más que el temor a contraer cáncer, resulta más operativo tener la plena y sincera intención de hacerlo y asociar la abstinencia con recuerdos placenteros, como el aire libre, las plantas, la práctica de ejercicios físicos sin jadear ni cansarse y el placer del aumento del sentido del gusto y del olfato que se produce cuando se deja de fumar.

Fuente: “Vencer las adicciones”; Deepak Chopra.



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