HIJO DE TODO

CAMINÉ por senderos de la aurora
con pájaros y brisas confundido,
hijo de todo y afán de ser yo mismo.
Sin ver nada de cuanto me miraba,
a mi entraña llegaban los latidos
de un mundo de belleza inusitada.
Del corazón del orbe, la alegría,
de cuanto es y a saberlo no alcanza,
me aportaba sus sones más sonoros.
Mi vida era aquel beso que se expande,
colmado ya en su anhelo de infinito,
eternidad latiendo a flor de carne.
Poema del P. A. Lopez Baeza
Quetal