Un día como el de hoy, pero del año 1923 , mediante una emboscada, Doroteo Arango Quiñones (popularmente conocido como Pancho Villa) es asesinado cuando se dirigía a una fiesta familiar en Hidalgo del Parral. Tres años antes, había renunciado al poder y a los lujos de la capital para retirarse a su hacienda “El Canutillo”. De humilde orígen campesino, y huérfano desde pequeño, tuvo una niñez poco felíz y una conducta muy rebelde en la adolescencia. Con escasa formación fue bandolero, leñador, agricultor y comerciante, antes de abrazar la causa revolucionaria. En 1909 se unió a los maderistas y al año siguiente se levantó contra Porfirio Díaz. En poco tiempo demostró sus aptitudes como militar y líder de masas. Luchó sin cuartel por la clase obrera que era brutalmente tratada y combatió donde hizo falta. Sufrió la prisión, organizó ejércitos, participó en sangrientas batallas y fue conocido como “El Centauro del Norte”. Como Gobernador desarrolló una excelente labor administrativa, fundando escuelas, restableciendo la circulación monetaria, confiscando grandes propiedades y repartiendo tierras. También formó alianza con Emiliano Zapata, otro gigante de la Revolución, y pelearon juntos por los derechos de los que menos tenían. Cuando Huerta alcanzó la Presidencia (1920) pactó con Villa el alto el fuego. El líder revolucionario conservó su rango y su sueldo de General, y recibió un rancho de 25.000 hectáreas, adonde se retiró con sus antiguos soldados. Aquella tarde del 20 de Julio de 1923, el auto en que viajaba resultó acribillado a balazos. Pancho Villa rebasó los límites de la Leyenda al dejar de ser un ladrón de ganado para convertirse en el Jefe militar más popular de la Revolución Mexicana y comandar un ejército de 32.000 hombres, el mayor en su tipo en América Latina.