El abc de la dislexia
Leer estas líneas para quienes padecen dislexia puede ser una tortura. Peleados con las letras desde edades por lo general tempranas, quienes presentan esta condición tienen dificultades para comprender correctamente lo que leen sus ojos.
Sus causas se desconocen, pero estudios a nivel neurológico sugieren que todo se debe a un desbalance entre ambos hemisferios del cerebro. El derecho, que procesa la información visual, avanza más lento que el izquierdo, el encargado de los centros del lenguaje, por lo que la lectura para los disléxicos viene a ser como mirar a una persona coja caminar.
La dislexia también suele ir de la mano con otros trastornos, tales como la disgrafía (dificultad para escribir), la discalculia (problemas para procesar números), la disortografía (errores en la escritura), el trastorno por déficit atencional con hiperactividad y el trastorno del desarrollo de la coordinación (facilidad para caerse y tropezar).
La edad más obvia en que se descubre la dislexia suele ser la escolar temprana, cuando el niño comienza a leer. No obstante, puede haber signos latentes de dislexia si previamente ha tenido problemas memorizando canciones, ha presentado dificultades aprendiendo a hablar, o incluso dificultades al vestirse, como lo es utilizar cierres o amarrarse los zapatos. Este punto es objeto de discusión todavía, pues estas señales pueden corresponder también a otros tipos de problemas de aprendizaje. Asimismo, existen personas a quienes la dislexia se les diagnostica mucho después: se trata de niños con coeficiente intelectual alto, quienes se las arreglan para ocultar el trastorno hasta que los textos se vuelven más complejos y requieren de mayor atención.
¿Tratamientos?
Pueden ser tan variados como los requiera el niño, pues la idea central es reeducarlo en la lectura. La educación convencional, masificada, no presta atención muchas veces a la peculiaridades de cada estudiante y, en el caso de la dislexia, no es una condición incapacitante que lo excluya de los libros de por vida.
Si bien es cierto que la dislexia no tiene cura conocida hasta el momento, tratamientos sí los hay y ayudan en mucho a paliar los síntomas.Un especialista, ya sea neuropsicólogo o psicopedagogo, será el encargado de guiar a profesores, padres y al propio niño en el proceso. Se debe enseñarle de nuevo a leer a la persona, pero esta vez de forma más atractiva, con textos de su interés y a su propio ritmo. La práctica es vital, como en toda área que se quiera dominar. Se suele recomendar la lectura en voz alta para que el niño vaya tomando
conciencia fonológica (la correspondencia entre el grafema y el fonema), al inicio en un ambiente donde se sienta cómodo y sin miedo al rechazo.
Básicamente, es importante tomar en cuenta que la dislexia no es más que un caminar distinto: quien la padece llegará, eventualmente, a donde están todos los demás, solo que un poco más lento. Pero sin duda, con la práctica suficiente, podrá caminar por las páginas de los libros con la propiedad y la diversión que cualquier otro lector.