Los cuentos clásicos y el inconsciente colectivo
Reconozcámoslo, a todos nos gusta escuchar cuentos clásicos y especialmente a los niños. En forma de libros, películas o de viva voz, los niños necesitan oir historias ajenas a su mundo cotidiano que les haga soñar. ¿Ajenas a su mundo cotidiano? Si hacemos caso a los grandes clásicos del psicoanálisis no tanto.
C.G. Jung, psicoanalista primigenio, habló de un lugar de nuestra mente en la que se asentaba un inconsciente colectivo, esto es, una serie de valores morales, miedos y sensaciones comunes a todos los humanos, que pasan de generación en generación a través de leyendas, cuentos y costumbres. El pobre Jung no terminó del todo bien y su visión se fue volviendo extravagante en exceso. De cualquier modo, en su teoría del inconsciente colectivo hay un fulgor de realidad, realidad que es muy palpable en los cuentos clásicos para niños, tal como estudió en su día Bruno Bettelheim.
Funciones de los cuentos clásicos
Es muy importante contarles cuentos a los niños.
A través de los cuentos fomentamos su imaginación, mucho más trabajada con estímulos orales que con estímulos multisensoriales. Esta imaginación luego tomará forma en juegos, dibujos o cuentos propios.
Mediante la imaginación el niño crea un mundo de fantasía en el que se identifica con los personajes,
reconociendo a través de ellos sentimientos como el miedo, el valor, la alegría, la frustración, la superación de penalidades... sentimientos que luego será capaz de ver reflejados en los demás y en sí mismo.
Además, conseguirá
distinguir valores morales básicos. En los cuentos están muy claro quiénes son los malos y quiénes los buenos, qué valores se le atribuye a cada uno de ellos y qué consecuencias tiene pertenecer a un grupo o a otro.
A otro nivel, se potencia también la
adquisición de un vocabulario más amplio, unas pautas de comunicación dialogadas y un gusto estético por la belleza a través de las propias palabras y de los dibujos que suelen acompañar a los cuentos clásicos.
Pero ¿es sólo esto? el viejo Jung diría que no, y Bettelheim lo acompañaría.
En los cuentos de hadas se trasmiten además pautas de conducta que van mucho más allá de lo anteriormente expuesto, y que forman parte de enseñanzas primitivas para desenvolverse en el mundo dirigidas directamente a ese inconsciente colectivo del que antes hablábamos.
Un ejemplo de aprendizaje a través de un cuento clásico: Caperucita Roja y el lobo
Todos conocemos el cuento de Caperucita Roja, quizás el único salvado de la versión Disney. Es un cuento que gusta mucho contar y que a los niños les gusta mucho oír: una niña frente a un lobo, el uso de los cinco sentidos antes de comerla, tragedia y final feliz. Todos los ingrendientes para tener un cuento clásico realmente atractivo.
Pero, parémonos a analizarlo porque
nada en el cuento es casual:
La niña lleva una
caperuza Roja ¿por qué este color? El rojo es el color de la sangre, e indica la
primera menstruación. La niña ya no es tan niña, por eso la madre la impulsa a ir a casa de la abuela sola y cruzando un bosque.
El bosque representa el mundo y ese recado representa la necesaria separación de los lazos maternos. Pero para que todo vaya bien, Caperucita no debe apartarse del camino establecido ni debe tomar contacto con lo desconocido: una chica joven e inexperta nunca debe hacerlo.
Aparece
el lobo, lo peor que puede haber en un bosque,
la encarnación del mal. Atractivo y seductor, el lobo consigue convencer a Caperucita de que se aparte del camino y... ¿qué ocurre? el mundo de Caperucita se desmorona, el lobo se come a su abuela y ocupa su lugar. El significado está claro: una vez que dejas que el mal actúe, ya nada tiene remedio y tu mundo seguro desaparecerá. Caperucita es también devorada por el lobo.
Al final, los cazadores, hombres conocidos y salvaguardas del bien, consiguen reparar el mal.
Y bueno, después de esto,
¿alguien sigue pensando que los cuentos clásicos son inocentes?lamenteesmaravillosa.com