Personas que deslumbran
La admiración. Esa fuerza, casi irresistible, que nos hace sentir una consideración especial hacia algo o hacia alguien, a quien, en ocasiones, ni conocemos. Cuando admiramos a una persona sentimos una mezcla de atracción y devoción. La admiración lleva a la perplejidad, al reconocimiento de unas cualidades que podemos llegar, incluso, a magnificar.
Este sentimiento no siempre está dirigido en el mismo sentido, es decir, que no es lo mismo admirar a un maestro, por ejemplo, que a una estrella de cine. Hay quienes ven en la admiración una especie de envidia encubierta, un intento espontáneo de buscar un reflejo en nosotros de lo que nos gusta de esas otras personas.
Como decíamos anteriormente, no siempre se admira de la misma manera. Cuando sentimos admiración por alguien que conocemos y que forma parte de nuestra vida, ese sentimiento puede ser acto de reconocimiento por el apoyo que nos brinda o por lo que nos ha enseñado, por ejemplo, en el caso de un maestro, un amigo o un familiar. También, podemos sentir perplejidad por esa persona porque nos encanta su carácter, su personalidad, sus pensamientos, su forma de ver la vida, de afrontar el día a día o por su aspecto físico.
Podemos sentirnos admirados por personas que ejercen nuestra profesión y las consideramos que son un ejemplo a seguir para nosotros, un modelo que nos impulsa a aprender de él. En este sentido, la admiración se convierte en un reconocimiento en esa persona de cualidades o virtudes valiosas para nosotros. Ese individuo se convierte en una referencia, en un modelo que nos anima a esforzarnos para ser mejores.
CUANDO ADMIRAMOS A UN DESCONOCIDO
Cuando este sentimiento lo proyectamos en alguien que no conocemos, solemos atribuirle una serie de cualidades que no siempre se corresponden con la realidad y que, en ocasiones, llegamos incluso a magnificar. En este sentido, podemos llegar a admirar a una estrella de cine por su popularidad o por la vida que imaginamos que llevan. Hay quienes piensan también que el enamoramiento acarrea también dosis de admiración hacia la otra persona.
Hay personas que nos despierta este sentimiento por los valores que representan y que nosotros reconocemos como positivos. Por ejemplo, Ghandi o Nelson Mandela son un ejemplo de cómo con su lucha y perseverancia han conseguido transformaciones pacíficas en el mundo.
El misterio que rodea a la naturaleza también puede provocar perplejidad en nosotros. Una puesta de sol, un fenómeno astronómico o un hermoso paisaje pueden estimular nuestros sentidos y despertar nuestro asombro. Ya adviritó Aristóteles que la filosofía nació de la admiración, del hecho que el hombre se diera cuenta que la realidad tiene sentido y racionalidad.
A pesar de todo, hay quienes defienden que la mejor admiración que uno puede sentir, es la admiración hacia sí mismo.
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