Un poco de historia
LOS PUEBLOS, LAS JOYAS DE ESPAÑA
(continuación)
El más bello paisaje del mundo (y5)
Pero
lo más notable de Teror es el santuario de la Virgen del Pino. No se
deberá extrañar el viajero al comprobar que muchas mujeres de gran
canaria se llaman Pino (lo mismo que se llaman Candelaria las de
Tenerife). Nuestra Señora lleva allí ese nombre porque la Virgen se
apareció entre las ramas de un pino. Unos lugareños vieron una luminaria
en la copa del árbol y no se atrevieron a trepar por su tronco. Lo
mismo el Obispo, Don
Juan de Frías, un Santo varón. Y descubrió a la Virgen sobre una peana.
En el lugar donde estaba el pino se levantó un monumento, y otro pino
que crece cerca parece ser descendiente del original. La iglesia es del
siglo xviii pero su torre es más antigua. El ocho de septiembre se
celebra la Romería de Nuestra Sra. del Pino y Teror se convierte en el
centro de peregrinación de millares de habitantes de Gran Canaria y de
las demás islas.
Un
refrán español dice “ni son todos que están ni están todos los que
son”. En nuestro viaje por España en busca de bellos pueblos habremos
demostrado al menos que la primera parte el refrán no dice la verdad,
porque todos los pueblos mencionados merecen una visita. La afirmación
de la segunda parte, en cambio, no puede ser más cierta. No están todos
los pueblos que debería estar. Sí de alguien en la culpa, será de esta
antigua y hermosa tierra.
Villanueva de los Infantes, Ciudad Real
Es una de las más importantes
localidades de la comarca del Campo de Montiel. Vivió su mayor época de
esplendor entre los siglos xv y xvii, periodo en el que se levantaron
la mayor parte de sus edificios más singulares tanto del ámbito civil
como religioso. Paseando por la ciudad no será difícil hallar palacios y
casonas que todavía conservan su blasones y sus bellos patios
interiores.
Oratorio de Santo Tomás de
Villanueva. Es uno más de los numerosos conventos e iglesias con los que
cuenta la localidad. Otros centros religiosos de interés son los
conventos de Santo Domingo de las Clarisas, de San Francisco, de
religiosa en franciscanas, y de la Trinidad.
En la plaza Mayor, soportalada
y con espléndidas balconadas de madera, está la iglesia de San Andrés,
con su elegante torre renacentista. Allí, durante algún tiempo, estuvo
enterrado Francisco de Quevedo, que vivió en su casa del vecino pueblo
de la torre de Juan Abad y murió en esta villa.
A esta plaza mayor también se asoma la austera Casa Rectoral, obra renacentista del siglo xvi
|