Las otras Canarias
Cuando
Cristóbal Colón escogió Canarias como punto estratégico para abastecer
sus naves antes de iniciar su viaje a América, el archipiélago marcaba
el límite del mundo conocido. Más allá, sólo la inmensidad de un mar que
nadie se había atrevido a explorar. Por aquel entonces, Canarias era un
territorio recién adherido a la corona de Castilla que, tras un siglo
de lucha, había logrado ampliar su fronteras más allá de la península.
Lanzarote fue la primera en conquistarse en 1402 y la última, Tenerife,
en 1492. En cualquier caso, guanches primero, castellanos y hasta
corsarios después, dejaron sus huellas en el archipiélago. Siglos de
historia que se respiran en sus calles, pueblos… y que merecen una
visita.
Gran canaria, grandes yacimientos.
Su
rito tesoro arqueológico la convierte, tal vez, en la más atractiva
desde el punto de vista prehispánico. El Museo Canario en el casco
histórico de Las Palmas, guarda un legado incalculable sobre la
población aborigen de Gran Canaria. Además, posee uno de los fondos más
completos del mundo de restos cromañoides. El
Museo Parque Arqueológico de la Cueva Pintada de Gáldar (construido
sobre los restos de la primera capital de la isla), el recinto funerario
de Maipés de Agaete y el Cenobio de Valerón (más de 350 cuevas situadas
en el espectacular barranco del Valerón) completan esta ruta
arqueológica por el norte de La Gran Canaria.
En
la capital sí se quiere revivir más de cinco siglos de historia, lo
mejor es perderse por las estrechas calles del barrio de la Vegueta.
Allí, todavía se respira ese aire colonial que nos hace viajar por el
tiempo: calles empedradas, casas de balcones de madera plagados de
flores… Es interesante visitar la Casa de Colón, que integra varias
viviendas de la época fundacional del Las Palmas y alberga todo tipo de
curiosidades sobre los viajes del genovés y de la historia de la América
precolombina
Tenerife, aires coloniales.
11
km separan a las dos ciudades más importantes de la isla: la actual
capital, Santa Cruz, y la antigua, San Cristóbal de la Laguna. La
primera, moderna y cosmopolita; la segunda, de gran tradición
universitaria. San Cristóbal, fundada en 1497, está considerada la
primera ciudad colonial no fortificada. Su casco histórico sirvió de
modelo para otras ciudades edificadas en las Américas y hoy está
declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Entre sus monumentos
más importantes destacan la catedral y el convento de Santa Catalina de
Siena (1611) y los numerosos palacios y casas señoriales que se
reparten por su casco antiguo como el palacio de Salazar (actual sede
del obispado), la Casa del Corregidor (hoy, el consistorio) y el Palacio
de la Nava. Desde San Cristóbal se puede recorrer la isla bordeando la
costa oeste hasta adentrarnos en el Valle de la Orotava, donde finalizó
la conquista de la isla. Desde el Mirador de Humboldt, se tienen
espectaculares vistas de todo el valle.
La
villa de la Orotava es uno de los mejores lugares para conocer la
arquitectura civil y religiosa típica de Canarias. Para visitarla, lo
mejor es comenzar desde el ayuntamiento y a partir de ahí y dejarse
llevar por sus calles empedradas para ir descubriendo edificios de
interés como la Casa de los Balcones o el convento de San Antonio Abad.
La última parada la reservamos para el Puerto de la Cruz, cuya historia
se remonta al siglo xvii, cuando la Corona de Castilla eligió este lugar
como sede del jardín botánico de aclimatación para las especies de
América y Asia por su extraordinario clima.
Fuerteventura, tras las huellas de Unamuno.
El
escritor vasco estuvo muy vinculado al archipiélago concretamente a
Gran Canaria y Fuerteventura. A la primera llegó en 1910 por un viaje de
placer. A la segunda, obligado, cuando Primo de Rivera lo condenó al
exilio. En Puerto del Rosario se puede ver la Casa-Museo donde vivió
hasta julio en 1924. Se trata de un antiguo hotel de siglo xix con
arquitectura típica canaria. Hoy se conservan los muebles que utilizó el
escritor. Unamuno recorrió todos los rincones de esta isla desde las
ruinas prehispánicas hasta sus poblaciones más importantes como
Betancuria, Pájara o Antigua, dejando escritos en los que reflejaba su
interés por fuentes lectu ras. La
primera capital fue Betancuria y hoy es una hermosa población declarada
conjunto histórico artístico. Destaca iglesia de Santa María, el
convento franciscano de San Buenaventura o el Museo Arqueológico
Etnográfico. Sí se quiere disfrutar de unas vistas impresionantes de la
isla, nada como el famoso Mirador de Betancuria, custodiado por dos
impresionantes estatuas de aborígenes canarios. Hacia el sur se llega al
municipio de Pájara, donde encontramos las mejores playas, y en el
centro esta Antigua, una de las primeras ciudades de la isla. En esta
zona están los mejores restos de la cultura majorera, concretamente en
el poblado de La Atalayita en el valle del Pozo Negro.
La Palma, la isla pirata
Muchas
son las historias que circulan sobre ella. Historias que hablan del
esplendor de su capital, Santa Cruz de la Palma, fundada en 1493 por las
tropas castellanas; de su rápido desarrollo comercial y de su
emplazamiento geográfico, estratégico para controlar el tránsito
atlántico. Tanta prosperidad atrajo el interés de corsarios que atacaron
la ciudad en numerosas ocasiones. La peor, en 1553, que la dejó
arrasada. Sobre sus restos se levantaron algunos de los edificios que
hoy podemos ver cómo el Ayuntamiento, la Casa Salazar o la iglesia de El
Salvador, situados en torno a la plaza de España. Para entender el
proceso colonizador de los españoles lo mejor es visitar la Cueva de
Carias, donde se celebró el primer cabildo insular. No se puede
abandonar la isla sin ver el Parque Arqueológico de Belmaco para conocer
a sus primeros moradores los benahoaritas.
El Hierro, principio del fin.
Es
la más pequeña y occidental del archipiélago. Hasta el descubrimiento
de América se la consideraba la isla del fin del mundo porque después de
ellas sólo se extendía el océano. En la antigüedad se pensaba que el
Meridiano Cero pasaba por su extremo más occidental hoy Punta Orchilla,
creencia que se mantuvo hasta siglo xix cuando fue desplazado por el de
Greenwich. Allí se puede visitar el famoso Faro de Orchilla, que lanzó
su primer destello en 1933. En el municipio de la Frontera se concentra
lugares interesantes como el Ecomuseo de Guinea (poblado aborigen
reconstruido con materiales originales en las faldas del Risco de
Tibatage); la ermita de la Virgen de los Reyes (cuya bajada se produce
cada cuatro años), el espectacular Sabinar o el Pozo de la Salud
(moderno balneario construido sobre primitivo pozo de 1830). La isla más
pequeña del archipiélago también tiene
el hotel más pequeño del mundo, el Punta Grande: sólo cuatro
habitaciones con impresionantes vistas de los Roques de Salmón, morada
del lagarto gigante.
Lanzarote, paisaje lunar.
Hay
un antes y un después de las erupciones volcánicas que la azotaron en
el siglo xviii. Eso explica que apenas se conserven estos restos de sus
primeros moradores, los majos; lo más destacado en la Quesera de
Zonzomas. Tienen una visita obligada La Geria, para conocer su peculiar
industria vinícola; la cerámica de El Mojón y la obra de César Manrique,
que salpican toda la isla.
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