¿Esclavos de la aprobación social?
Lo común es que todo el mundo diga: “Me vale un higo lo que piensen los demás”. Y, sin embargo, en la práctica, día a día y en todos los rincones, vemos que eso no es cierto. Hay una estructura fuertemente afianzada en el mundo, que condiciona a partir de tres factores determinantes: poder, premio y castigo. Y muy pocos logran escapar a las imposiciones de esa lógica.
Todos los seres humanos dependemos en alguna medida de los demás. El mito del ermitaño, es eso: un mito. Hasta el agua potable llega a nuestras casas por la acción de otros y si nos abandonaran cuando nacemos, difícilmente conseguiríamos sobrevivir. Aunque estemos solos, el horizonte de los demás siempre está ahí. Esta condición gregaria del ser humano está en la esencia de la necesidad de aprobación.
Cuando necesitar aprobación es un problema
Dejemos claro que todos necesitamos sentirnos aprobados por otros, en alguna medida. A menos que medie una grave patología, cualquiera se siente feliz cuando su ser es apreciado, aceptado y valorado por los demás. Esto alimenta el amor propio y permite avanzar con pasos más seguros por la vida.
En principio, esa aprobación y ese sentimiento de autoconfianza son la consecuencia de contar con una madre suficientemente buena y suficientemente saludable emocionalmente. Desafortunadamente, muchos no cuentan con una figura así de benéfica. La madre, o la persona que se encarga del cuidado en la primera etapa de la vida, puede que no cuente con los recursos psicológicos para transmitir aceptación y valoración de lo propio.
Una madre, o su sustituto, que no ofrezca afecto, darán pie a una fuerte fractura en la vida de sus hijos. Esa carencia va a experimentarse como un vacío indefinible y, principalmente, como una sensación de duda permanente frente al propio valor. Una madre maltratadora, además, reforzará la idea de amenaza y temor ante la vida. Mucho peor cuando combina el maltrato con la permisividad.
La situación se complica aún más cuando no hay una figura paterna, o ésta es disfuncional. En esas condiciones, se han creado todas las circunstancias propicias para que una persona desarrolle graves dificultades consigo misma.
Descifrando la lógica de la aprobación
El rechazo a uno mismo es una neurosis que se instala por la crianza, en mayor o menor medida. Esto da como resultado individuos con dificultades para afirmar sus pensamientos, sentimientos y manera de vivir frente al mundo. A veces esas dificultades también se convierten en trastornos mentales.
Sin darse cuenta, una persona que trae fuertes carencias afectivas desde su primera infancia, tenderá a hacer todo cuanto esté a su alcance por llenar ese vacío. De entrada, se asume a sí mismo como un ser humano en estado de necesidad, de vulnerabilidad; no logra hacerse consciente de todos los recursos de los que dispone para desarrollar su autonomía.
De uno u otro modo, asume la culpa por la infelicidad de su madre, o por el abandono, la distancia o el maltrato del padre. Entonces parece como si su misión en la vida fuera la de complacer a toda figura que engendre autoridad, esperando inconscientemente complacer a sus propios padres y así lograr por fin su afecto.
La salida a este círculo dramático, como en tantas otras ocasiones, puede estar probablemente en el consultorio de un especialista en la mente humana.
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