Como hacer que tu hijo te escuche
El niño, simplemente, no coopera. Ya hiciste todo lo posible para explicarle que lo que hizo está mal. Le hablaste en todos los tonos, le aplicaste una penitencia, lo ignoraste... Has agotado los consejos que te dan otros adultos y no puedes evitar que lo vuelva a hacer. ¿Qué está pasando?
Es probable que, en tu ansiedad por hacer que tu hijo te escuche, estés impidiendo la comunicación con él. Si no estás tomando en cuenta la situación del niño, en lugar de detener el comportamiento indeseado estarás fomentando que se repita interminablemente. Detente un momento a analizar si alguna de estas cosas está interfiriendo en la comunicación entre ambos.
1. ¿Qué tan fuerte es la conexión?
Los niños se inclinan a hacer lo que otros adultos proponen cuando se sienten profundamente conectados con ellos. Esto quiere decir que, si se siente tomado en cuenta, el niño sabe lo que se espera de él y se esforzará por cooperar. Es muy importante tener esto en cuenta porque no siempre son los padres quienes tienen la conexión más fuerte. Otros adultos pueden establecer esta conexión con fines no educativos o francamente negativos; hay que estar muy pendientes.
2. ¿Cuáles son las prioridades del niño en el momento?
Es imposible establecer una conexión con un niño que tiene hambre, sueño o está incómodo de cualquier manera. Su prioridad será satisfacer sus necesidades, no las tuyas. No pierdas tiempo tratando de llamar la atención de un niño con hambre.
3. ¿Tienes expectativas demasiado altas?
Los niños son inquietos por naturaleza. A veces no queda más remedio que dejar la batalla de lado y aceptar que tu hijo/a no se sentará tranquilamente a ver una película en el cine. Tal vez aún no es suficientemente maduro/a para el reto. Si esto pasa, hay que recapitular y volver a casa. Antes de repetir la experiencia, hay que explicarle de qué se trata la salida y cómo podrá disfrutar más ese momento especial.
4. ¿Impotente ante un berrinche?
No hay nada más frustrante que un niño que no deja de llorar y pelear. Sobre todo cuando es en público. En la mayoría de las ocasiones, cuando la respuesta ante una situación es exagerada, el origen se encuentra en la vida cotidiana. Muchas veces, los pequeños que tienden a este tipo de comportamiento sienten que no son los suficientemente importantes para sus padres, entonces ponen un esfuerzo desmedido en llamar la atención.
En el momento, hay que preguntarse qué necesita el niño de forma inmediata y negociarlo. Pero en la vida diaria, hacerle sentirse valorado será la solución para que estas respuestas sean cada vez menos frecuentes.
5. ¿Eres claro en tus orientaciones?
Se trata de transmitir mensajes que no se puedan regatear. Suele ser más efectivo decir: “es hora de ponerse los zapatos”, que preguntar: “¿Te vas a poner los zapatos?” Mientras la primera frase no deja opción, la segunda puede ser la puerta a una discusión interminable en la que el niño usará su palabra favorita: “No”.
No se trata de ejercer coerción sobre los niños cuando quieres lograr algo de ellos. Es necesario recurrir a los buenos modos y encontrar la forma de decir las cosas de un modo firme y seguro, pero sin perder la amabilidad que ellos –por más pequeños que sean- se merecen.
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