Estoy en un punto de mi vida en el que ya no necesito impresionar a nadie. Soy como soy, sin que me importe lo que los demás piensen de mí.
No necesito disfraces, no necesito engañar ni fingir. Porque puedo ser quien soy en realidad.
No necesito hacer reír o hacer creer que nunca lloro. No necesito ser siempre fuerte, ni ser siempre agradable.
No necesito ser igual que nadie, y sobre todo me acepto tal y como soy. Con mis virtudes, pero también con mis defectos.
Porque puedo no ser perfecta, pero soy siempre yo.
Acepto y amo quien soy, y quien puedo llegar a ser.Anónimo
No existimos para impresionar al mundo, sino para ser felices y realizarnos. Ahora, hay etapas en nuestras vidas en las que necesitamos priorizar, pensar que vamos a sorprender a este o a aquel y que nos van a envidiar o admirar.
Hay momentos en los que deseamos captar la atención y ser los reyes de la fiesta. Sin embargo, pasadas ciertas edades, lo que de verdad cobra importancia para nosotros es vivir nuestra vida sin destacar para los demás, solo para nosotros mismos y nuestro entorno.
Alguien dijo una vez que es bonito tener dinero para comprar cosas que deseemos, pero es más bonito tener cosas que el dinero no puede comprar.
Lo que te va enseñando la vida…
Hay gente que se pasa la vida haciendo cosas que detesta, para conseguir dinero que no necesita para comprar cosas que no quiere, para impresionar a gente que no le gusta.
Desconocido
Dicen que la vida te va enseñando “quién no, quién sí y quién nunca”. No hacen falta malas experiencias ni resentimientos, solo que vamos aprendiendo que quien espera, se decepciona.
Ya nos hemos decepcionado muchas veces, hemos depositado nuestra confianza en cientos de ocasiones y, bueno, la verdad es que no siempre hemos obtenido es resultado que esperábamos.
Este es el momento en el que tomas las riendas de tus deseos, guías tu vida, tienes iniciativas propias, no elogias en exceso a los demás y compartes tus pensamientos libremente. Digamos que no solo es el comienzo de tu libertad emocional, sino también de tu identidad.
¿Por qué no necesitamos impresionar a nadie más que a nosotros mismos?
Las personas más infelices en este mundo son las personas que se preocupan demasiado por lo que piensen los demás.
No necesitamos complacer a nadie, solo a nosotros mismos. Y esto obedece a una sencilla regla que todos podemos entender: si intentamos impresionar a toda costa, nos disfrazamos. Y si nos disfrazamos, muere nuestra esencia.
Cada uno es único y excepcional. Nada ni nadie merece que escondamos nuestra verdadera forma de ser, nuestras emociones o nuestros pensamientos. Ahora, también es verdad que todo tiene un límite, no puedes decir o hacer lo primero que te venga a la cabeza, tienes que poner cuidado en no herir a los demás.
A casi todos nos llega ese momento vital en el que lo que opinen los demás ya deja de importarnos, pues nos damos cuenta de que lo verdaderamente importante somos nosotros.
Ahora bien, resulta paradójico que una persona segura de sí misma y despreocupada “por el que dirán” es la que deja huella de verdad. Digamos que quien se atiende a sí mismo se convierte en alguien más puro, más real, más pleno.
En definitiva, la única manera de ser una persona de acero inolvidable es no pretendiéndolo. Ser naturales y trabajar nuestros verdaderos deseos es la clave para ser más felices.
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