Cuando pensamos en la salud, normalmente tenemos la tendencia a creer que es lo más importante para tener una vida plena y feliz y que si alguna vez la perdiésemos, estaríamos inevitablemente condenados a tener una existencia desgraciada y carente de sentido.
Esta creencia, tan extendida en la sociedad, es realmente una idea irracional y falsa, que puede provocar mucho sufrimiento a quien comulgue con ella. En primer lugar, porque puede crear en nosotros una obsesión por la salud, más allá de la preocupación –o mejor dicho, ocupación- normal que tendríamos que tener sobre ella.
Podemos verlo en el trastorno psicológico de la hipocondría, que nace precisamente por abrazar esta idea. Las personas hipocondríacas piensan que la salud es más que importante y están tan preocupadas de perderla o haberla perdido, incluso cuando no hay pruebas ni datos que lo evidencien, que se llenan de ansiedad hasta tal punto que se realizan una prueba detrás de otra para averiguar si están enfermos, o buscan sin cesar información sobre síntomas, desórdenes o enfermedades, cayendo en una espiral sin salida y engordando cada vez más su malestar.
Por otro lado, las personas que creen que la pérdida de la salud es un pasaporte a la infelicidad y la desgracia, se sentirán enormemente deprimidos y desdichados si llega un día en que la pierden. A su enfermedad se le sumará el sufrimiento por pensar que estar enfermo es intolerable y terrible. Al final tendrán dos problemas por el precio de uno.
¿Por qué la salud no es lo más importante para ser feliz?
Desde la psicología, decimos que no son las circunstancias externas las responsables de nuestra felicidad o infelicidad, sino que la felicidad nace del interior de la persona: el responsable último de tu felicidad eres tú mismo.
Los hechos externos contribuyen a hacernos la vida más satisfactoria y alegre o bien más penosa y desdichada, pero no determinan nada. No existe relación lineal entre situaciones y emociones. Es cada cual, con su forma de encarar la vida, el que elige su estado emocional.
La salud, como circunstancia externa, no determina por lo tanto, nuestra felicidad, aunque es cierto que puede ser una gran adversidad, pero nadie nos dijo que el mundo iba a ser perfecto.
La prueba para comprobar que la salud no determina el que seamos más o menos felices, la tenemos en las diferentes reacciones de las personas ante el concepto salud: hay personas que rebosan de salud física y son extremadamente infelices y existen otras, como Irene Villa o Stephen Hawking, que con una pérdida de salud importante, han declarado ser personas muy felices, con grandes objetivos vitales e inquietudes.
Si al final, todos vamos a morir y no sabemos cuando ni sabemos en qué circunstancias. Hoy puedo estar perfectamente sano, pero mañana estar muerto y tú estar enfermo, pero vivir más años que yo. Esta es la realidad, no existen las certezas ¡Deja de preocuparte!
Por otro lado, tenemos que ser conscientes de que quejarnos sobre nuestra salud es una gran pérdida de tiempo que además puede ir en nuestra contra. Las personas siempre agrandamos nuestros dolores cuando nos focalizamos en él todo el tiempo, quejándonos una y otra vez sin llegar a ninguna solución. ¡Basta de quejas!
¿Es que esas quejas van a hacer que estés mejor? ¿Te van a devolver la salud? Ciertamente, es más probable que tu salud empeore o que tus dolores aumenten.
Por lo tanto, lo más razonable e inteligente para tu salud emocional –y física- es dejar de quejarte por lo que has perdido y enfocarte en lo que aún tienes o puedes hacer y en darte cuenta de que ahí fuera hay millones de posibilidades, aún estando enfermo ¡sal a buscarlas!
Con salud o sin ella, se puede ser razonablemente feliz ¡Claro que sí!
Lo más importante es que ahora estás vivo y estás aquí, en el mundo, mejor o peor, pero aquí te encuentras y tienes un universo por descubrir y disfrutar. Aún sin salud, te quedan cosas por hacer por ti mismo y por la gente que te rodea ¡aprovéchalo!
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