Todos tenemos en nuestra vida personas en las que confiar, en las que creer. A estas personas les hemos dedicado mucho tiempo, y con ellas nos sentimos seguros y confortados. Pero no es fácil aprender a confiar en los demás. Mucha gente confiesa tener problemas de confianza.
Cuando se habla de un problema de confianza, realmente no se trata solo de confiar en otro, sino que se trata también sobre la forma en que se coloca la confianza en los demás.
Cuando alguien te plantea algo que te sorprende, hace algo que se sale te tus esquemas, puedes llegar a cuestionarlo todo y a todos.
En ese momento, te cuestionas cosas de las que hasta entonces estabas convencido, y llegas a cuestionar incluso la naturaleza de las interacciones humanas y del afecto. Incluso, te planteas si confiar en otros es realmente posible, porque has visto que es algo fácil de perder. O tal vez descubras que eres tú el que resulta poco digno de confianza.
Perder la confianza en los demás te puede hacer perder la confianza en ti mismo
Cuando pierdes la confianza en otro, es fácil perder también la confianza en uno mismo. La duda sobre cuál ha sido el problema te hace dudar. Esto puede ocurrir cuando alguien te traiciona o te engaña, o utiliza lo que sabe para sacar provecho.
Cuando perdemos una relación basada en la confianza, se abre una batalla para dejar que alguien nuevo entre en nuestra vida, para crear nuevas conexiones. Esto tiene mucho más que ver con nosotros mismos que con la persona que nos ha fallado.
El fracaso nos hace pensar que nunca se podrá confiar plenamente en otro, que nunca se llegará a entender del todo a otra persona.
A nuestra alrededor siempre hay gente que parece que no va a cambiar, buena gente que parece que estará ahí pase lo que pase. Son amigos de siempre, o parientes y familiares a los que te une una estrecha relación. Pero llegada la hora de la verdad, muchos te sorprenden, y te hacen daño.
Esas personas con las que nos unen afectos duraderos son con las que el dolor de la traición es más duro, con quienes aprendemos que los seres humanos son capaces de cualquier cosa. Una veces fueron cosas buenas, y nuestra confianza aumentó. Pero cuando llegan las malas, el dolor se hace insoportable.
Aprendemos a desconfiar a medida que la vida nos enseña
Así, a medida que nos hacemos mayores tenemos que llegar a una acuerdo con las enormes complicaciones que nos puede presentar la vida, con esas zonas grises que surgen cuando creemos que todo es blanco o negro.
En esta situación, podemos llegar a utilizar nuestra confusión y nuestro dolor para arremeter contra los demás, y perpetuar ese estado de desconfianza.
Esta situación nos hace mantener a la gente a distancia, porque ahora entendemos que son capaces de grandes engaños y traiciones, sin entender que lo que necesitamos para recuperar la confianza está dentro de nosotros mismos.
Perpetuamos nuestra comprensión y la percepción personal de cómo se entienden las relaciones y el afecto que debe mostrarse, a veces en detrimento de esas relaciones y de nuestra propia realización personal.
La comprensión de lo que queremos en la vida es muy diferente a nuestras expectativas de cómo las personas deben cumplir con estas necesidades. Estas distinciones se ponen de manifiesto en la forma en que ponemos nuestra confianza a la hora de proyectar lo que hemos vivido en el pasado y en lo que nos encontramos en el futuro.
Pero, ¿por qué hacemos esto? Hemos sufrido en el pasado y nos negamos a sufrir otra vez. Sin embargo, lo que realmente estamos haciendo es crear un ciclo, una profecía autocumplida.
Cuando alguien te hace daño lo que ha hecho es romper algo que considerabas sólido y consistente. Esto te obliga a buscar un culpable, e incluso a buscar la culpa dentro de ti. Te obligas a aceptar que la confianza, el amor y la amistad suponen un salto de fe ciega que no salió bien, porque alguien te defraudó y te hizo daño. ¿Por qué no iba a ser igual la próxima vez?, te preguntas.
Aprender a confiar a ti mismo es más importante que confiar en los demás
Cuando alguien rompe tu confianza, no deberías centrarte en ajustar la medida en la que confías en los demás para que eso no ocurra de nuevo. No hay un código secreto y ni una fórmula mágica para evitar la traición, ni lograr la confianza y la lealtad inquebrantable.
Cuando sufras un desengaño debes centrarte en aprender a confiar en ti mismo de nuevo. Recoger tus pedazos y aceptar que tal vez, hubo algo que pasaste por alto o tal vez, algo que no hiciste bien. Después, perdónate a ti mismo.
Olvida que hay gente perfecta, relaciones perfectas, y acepta que la vida es un juego en el que hay que arriesgarse para jugar, para vivir. Acepta que los riesgos merecen la pena, que sin riesgos la vida es aburrida.
Debes aprender lo que tú eres, de lo que eres capaz. Aprender a confiar en ti mismo, que es mucho más valioso que colocar la confianza en los demás.
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