Numerosos estudios sobre crianza natural y apego, nos han resaltado la importancia del contacto físico desde el nacimiento.
Las caricias y los abrazos tienen un poder especial, el poder de comunicar afectos y sentimientos, que desde el nacimiento, el bebé, sabe entender, recibir e interiorizar.
Es por ello que muchos hospitales, practican el piel con piel de la mamá con su bebé desde el mismo momento de nacer, para provocar la impronta mamífera del apego y el reconocimiento de su referente principal.
La comunicación sin interferencias
Existen varias formas de comunicarnos, por una lado, la comunicación verbal, que transmite a través de palabras y la comunicación no verbal, la que se expresa a través de gestos, posturas, tono de voz, timbre, etc…
Y además, podríamos decir que existe otra forma de comunicarnos, la comunicación emocional, aquella que transmite emociones, sentimientos y deseos, y sin duda, ésta es a través del contacto físico.
En nuestra cultura, como en otras tantas, se utiliza el beso como parte del saludo cordial entre dos personas conocidas o no, y éste protocolo social, ha hecho que se pierda el componente afectivo que tiene en esencia, cuando se trata del ámbito público y social.
Sin embargo, besar a una persona querida, o a tu pareja, recupera el componente afectivo, que se expresa en el plano más intimo.
Las caricias, también cobran sentido afectivo y sensual, en el plano más intimo y privado, siendo un lenguaje emocional en sí mismas.
Y los abrazos, son el único gesto que han trascendido al plano social y público, manteniendo el componente afectivo, y de expresión de deseos.
Zonas personales
En las relaciones interpersonales, existen varios espacios o zonas dónde podemos interactuar.
En primer lugar, la zona pública, dónde se interactúa con varias personas a la vez, por ejemplo, cuando damos una conferencia, y nos situamos a una distancia de 3.5 m a 7 m aproximadamente.
Por otro lado, tenemos la zona social, donde interactuamos con una o dos personas desconocidas, aproximadamente entre 1.20 m y 3.5 m de distancia.
Y finalmente, la zona íntima, donde acceden pocas personas, ya que es una zona reservada a personas del plano más intimo, donde las interacciones se basan en el contacto físico, a distancias de 45 cm o menos.
Es en éste espacio íntimo, donde surgen las diferentes opciones de comunicación emocional a través del contacto físico, en ocasiones en un plano social y público, y en otras, en un plano privado, como el de las relaciones amorosas.
Pero sin duda, mantener contacto físico es adentrarse en la zona íntima, donde una persona es más vulnerable, y dónde la intromisión de una persona a la que no le hemos dado acceso, nos hará sentir invadidos, agredidos y poco respetados.
Es precisamente por miedo a que esto ocurra, por lo que ponemos una barrera que impida el acceso a toda aquella persona no elegida para ello, relegándola a la zona personal, ausente de contacto físico.
El contacto físico, fuente de conocimiento y empatía
La comunicación emocional a través del contacto físico, tiene un fuerte potencial para las relaciones interpersonales, ya que nos ayuda a sentir más a la otra persona, practicando por ello con más naturalidad la empatía y el respeto hacia sus emociones y sentimientos.
Abrir nuestra zona íntima más a menudo, nos permitiría conocer el plano más sensible, emocional y humano de las personas, rompiendo así barreras o pantallas que a veces, nos impiden entendernos, respetarnos o sentirnos queridos.
Vivir la experiencia del contacto físico con personas receptivas para ello, profundiza en el sentido de la vida y de las relaciones humanas.
Pues un solo gesto, sin palabras, permite que sintamos mucho más que con un discurso, y por ello, entenderemos en tan solo un instante, que formamos parte de la vida de esa persona, y que no estamos solos.
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