Para ser un buen padre o una buena madre es importante desarrollar una serie de habilidades que apoyen y fomenten el crecimiento y el desarrollo de los hijos como seres únicos y autónomos.
Educar a los hijos es una tarea formidable y no basta con reproducir los modelos vividos en la infancia u observados en la práctica común. Para ser un buen padre hay que saber qué se quiere conseguir y por qué.
La clave para ser ser un buen padre es conseguir una buena relación personal con los hijos y crear un clima emocional estable y agradable en el hogar. A partir de esta premisa, es necesario y fundamental desarrollar las siguientes habilidades:
Un buen padre es real y auténtico
Ser abierto y no estar siempre a la defensiva es esencial. Un buen padre no debe tener una actitud crítica constante.
También es importante ser compasivo y directo en el estilo de comunicación y no ajustarse a los marcos teóricos o psicopedagógicos (esas teorías e ideas populares sin ninguna base real pero muy difundidos e incluso aplicados).
Un buen padre tampoco pone la conformidad social por encima de los intereses personales de sus hijos. En lugar de intentar eliminar o disimular el dolor emocional para adaptarse a los patrones social, un buen padre debe ayudar a sus hijos a aprender a hacer frente a las realidades de la vida y a mantener su individualidad.
En una relación padre / hijo, el niño tiene que relacionarse con una persona real. Es vital para el desarrollo temprano de los niños, que sean capaces de mirar a los ojos de una persona real y verse reflejados con precisión en ella.
Los buenos padres son capaces de relacionarse con sus hijos con verdadera empatía y comprensión. Los buenos padres están interesados en conocer a sus hijos, no convertirlos en una prolongación de ellos mismo.
Para los buenos padres, la individualidad y la singularidad de sus hijos son más importantes que una norma social.
Un buen padre no trata a sus hijo desde un papel superior
La crianza efectiva tiene lugar en el contexto de una alianza respetuosa entre dos personas iguales. Un buen padre no se coloca en un plano superior, ni asume una postura de omnipotente.
Un buen padre es consciente de que tanto él como sus hijos son seres humanos que merecen el mismo respeto. Esta igualdad supone un reconocimiento del derecho a una existencia individual del otro.
Un buen padre es coherente
Un buen padre ofrece consistencia y estabilidad. Debe tener la madurez para suspender sus propias necesidades y prioridades para responder a las dudas de sus hijos y ayudarles en sus problemas sin reflejar en ellos sus intereses o necesidades.
La madurez y coherencia de los padres son importantes para establecer la confianza con sus hijos. Los padres tienen que resistir a las tendencias regresivas en sus propias personalidades con el fin de fomentar la seguridad en sus hijos.
Cuando los padres están disgustados con sus hijos deben responder de manera que no resulte hiriente, para que puedan reconocer su error, iniciar una conversación en la que puedan hablar acerca de sus sentimientos y así restablecer la confianza en la relación con sus padres.
Un buen padre es honesto e íntegro
Los niños y los adolescentes también son extremadamente vulnerables a sus padres y son sensibles a sus variaciones de comportamiento. Cuando observan en sus padres la duplicidad y la mentira, sufren severos golpes en su propio sentido del ser.
Los padres deben esforzarse por actuar con responsabilidad y con integridad en todas sus acciones y no permitir que la hipocresía para comprometer su dignidad y autoestima.
Un buen padre es un modelo a seguir
Un buen padre muestra un estilo de relacionarse con sus hijos que sea respetuoso, solidario y equitativo. En la relación padre/hijo, el niño observa con entusiasmo todos los aspectos de la personalidad de los padres para aprender a ser con ellos.
La paternidad lleva implícita la responsabilidad de saber que todo lo que hacen los padres sirve como modelo para el tipo de persona que su hijo llegará a ser.
Lo más importantes que los padres pueden hacer por sus hijos es desarrollarse personalmente, para que realmente puedan sentirse bien consigo mismos.
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