“El viajar es un placer que nos suele suceder…” decía la canción infantil de Miliki. Pero le faltó indicar que la ida suele ser más tortuosa que el regreso. ¿Por qué tenemos una percepción diferente de los viajes en función de nuestro destino?
Este fenómeno se conoce en el área de la psicología como “efecto del viaje de vuelta” y lo cierto es que la explicación a esta sensación aún no tiene la última palabra, aunque existen varias teorías al respecto. Seguro habrás pasado por esta situación alguna vez y te interesarás saber los motivos.
Viajes extensos, viajes rápidos
Supongamos que estamos guardando las maletas en el coche porque hemos decidido irnos de vacaciones por carretera y sin cumplir horarios. Vamos con personas que queremos mucho y esperamos pasarlo de maravilla. Analizamos el mapa y contamos los km que nos separan del destino. ¡Parecen ser demasiados!
Pero no importa… seguimos con el plan de divertirnos cueste lo que cueste. Subimos al vehículo, verificamos que todo este bien y ¡qué comience la aventura! ¿Tiempo estimado de viaje? Unas 6 horas. Bueno, es bastante soportable, pensamos. Todo sea por estar de vacaciones lejos de casa.
Sin embargo pasada la primera hora donde todo es adrenalina y buen humor, empezamos a mirar el reloj cada dos minutos o el GPS para que nos indique cuánto falta para llegar. ¿Hemos recorrido 120 km? ¿Todavía nos faltan 5 horas sentados en este cubículo?
El viaje se convierte en una pesadilla, una tortura o como queramos llamarle. Eso no quiere decir que nos peleemos con nuestros compañeros de ruta pero es probable que estemos de mal humor e irritables. Además la ansiedad por llegar a destino es tal que no vemos la hora de que la flecha del cartel diga “aquí es”.
¿Qué sucede en los viajes de regreso?
Hemos atravesado los kilómetros correspondientes para el viaje de ida, arribamos al lugar elegido y pasamos unas hermosas vacaciones disfrutando del mar, de la montaña, de un pueblo o de una ciudad. Ahora nos toca el peor momento: armar las maletas para regresar a casa.
Así es, ese día gris donde volver a la rutina es la peor noticia del mundo (aunque extrañemos nuestra cama, nuestra mascota o incluso la oficina) no es futuro sino presente. Ya no hay vuelta atrás… debemos emprender el regreso.
¿Otra vez soportar esas horas y kilómetros en el coche? ¡Esto si que es un calvario! Las caras largas al subir al vehículo se divisan en la lejanía. Durante el trayecto decidimos por recordar todo lo vivido en estos últimos días y sin darnos cuenta… ¡hemos llegado a casa!
¿Cómo puede ser? ¿Hemos subido a un coche de Fórmula 1 sin notarlo? ¿Acaso fuimos por un camino alternativo? Nada de ello. La carretera es la misma, el coche igual y los kilómetros idénticos. ¿Por qué creemos entonces que el viaje de regreso fue más corto que el de ida? Es todo una cuestión de percepción.
Razones para considerar más corto el viaje de regreso
Por supuesto, se ha realizado diferentes investigaciones para tratar de entender este fenómeno que nos sucede a todos los que vamos de vacaciones sin importar el medio de transporte elegido o la distancia recorrida. Una de las posibles causas de esa percepción contraria es que la ruta nos es más familiar cuando volvemos.
Esto quiere decir que en el viaje de ida era todo nuevo, inexplorado, diferente. Al regresar ya no nos llama la atención cada cartel de publicidad o gasolinera. Cuando experimentamos estímulos poco conocidos el tiempo pasa más lento. En cambio, si hay aspectos ya vistos, entonces parecerá que las horas son minutos.
Por otro lado, debemos tener en cuenta el papel que juegan las expectativas y emociones. El hecho de estar felices por ir de viaje condiciona el paso del tiempo. Al emprender el regreso, habitualmente nuestros sentimientos son de tristeza y angustia y es por ello que los kilómetros pueden parecer metros.
¿Y qué sucede con la hora en cada caso? Cuando vamos de vacaciones estamos ansiosos por llegar a cierta hora al hotel o cabaña para dejar las maletas e irnos directo a la playa. Cuando volvemos da lo mismo que sea por la mañana, por la tarde o por la noche nuestro hogar estará allí a cualquier hora.
No hay que olvidar tampoco que si no conducimos o viajamos en transporte público es probable que a la vuelta durmamos todo el trayecto. Hemos acumulado sueño durante las vacaciones y eso hace que no estemos pendientes de las horas. Al despertar nos queda poco tiempo para terminar el recorrido.
Por último, el efecto del viaje de regreso está muy relacionado con los recuerdos y la retrospectiva de lo vivido en los últimos días. Mientras volvemos a casa pensamos continuamente en las aventuras y experiencias vividas. Cuando estamos imaginando esas situaciones el tiempo pasa más rápido, tanto que ni nos damos cuenta de que al doblar por esa esquina nos encontraremos con la puerta de casa.
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