Está de moda escapar al compromiso amoroso y existe toda una argumentación para defender esta actitud. El rechazo es tal que muchas personas piensan que un gran amor corre el riesgo de acabarse justo cuando se acuerda un pacto que compromete a ambas partes. Por eso el mundo actual está cada vez más lleno de “solterones”, “solteronas” y “solteros” sin compromiso”.
No hace muchos años, se le llamaba “solterón” al que no estaba casado a los 35 años. Y “solterona” la que llegaba a los 30 sin una alianza en el dedo. El mundo ha cambiado mucho y ahora nadie se pone de acuerdo sobre la edad en la que alguien pueda llamarse “solterón”. De hecho, ya muchos dudan de que eso exista e insisten en que esa palabra salga del diccionario coloquial.
“El soltero desea una esposa pero se alegra de no tenerla.”Compartir
Ahora, la soltería es un estado civil visto de manera legítima por gran parte de la sociedad y no es tan relevante llegar a la mediana edad sin haber firmado un matrimonio con alguien. Se habla de flexibilidad, de mayor libertad, de rechazo a las presiones. Ha aparecido la figura del soltero y, sobretodo, de la soltera feliz y en armonía. Todo marcha a la perfección. ¿Aparentemente?.
Hasta hace apenas unas cuantas décadas, el vínculo de la pareja y la decisión de casarse era un asunto hasta cierto punto simple. Una relación más o menos continuada llevaba ineludiblemente al matrimonio. Este era considerado una forma de ingresar en la vida adulta y se veía como natural que todo el mundo quisiera casarse, tener hijos y envejecer al lado de su pareja.
El hecho de que el divorcio comenzara a ser una opción y que el esquema tradicional ideológicamente se tambalease hizo que muchos optaran por una nueva filosofía de vida aplicada. Empezó a pensarse que el matrimonio no debía ni tenía que ser la excusa para soportar un sufrimiento, que al menos aparentemente, no tenía solución dentro del propio marco de esa unión de pareja.
Muchos de nosotros hemos crecido viendo fracasos matrimoniales por todas partes. Los hemos visto unirse con mucho entusiasmo y luego renegar el uno del otro, como si fueran los peores enemigos. Los hemos visto separarse cuando aparece un tercero que vuelve a poner en primer plano el enamoramiento.
Y todos también, vemos cada vez más personas que se abstienen de intentarlo. Se sumergen entonces en sus trabajos, en sus éxitos, en sus planes y miran las relaciones de pareja o bien como un terreno que evitan (los solterones), o bien como un terreno de caza en el que no dejan títere con cabeza. Algunos, más moderados, buscan y mantienen relaciones hasta que aparece la sombra de algo más formal en el horizonte (los solteros sin compromiso).
Mejor solos que mal acompañados
Eso es lo que dicen muchos solteros: “mejor solo que mal acompañado”. Esto, en verdad, no siempre es cierto. A pesar de la mala fama que tienen los compromisos, la ciencia ha descubierto que quienes viven en pareja sufren menos de diabetes, enfermedades del corazón y depresión. También viven más y tienen menor riesgo de padecer Alzheimer y males pulmonares.
Al leer esto, seguramente muchos pensarán “¡Claro! Lo ideal es vivir en pareja. La trampa está en que “la persona indicada” no existe, porque en todo amor, por más verdadero que sea, siempre hay un componente de fracaso. Y es precisamente ese componente el que algunas personas toman como señal de que no se debe intentar o de que llegó el momento de terminar.
El amor de pareja se ha fetichizado, muchos anhelan que sea la respuesta a todos sus vacíos y como no lo es, ni lo será, renuncian a él. En la mayoría de los casos se trata de una inhibición inconsciente frente al temor a sufrir. No se confía en los propios recursos para tramitar una dificultad que duele. Hay miedo de intimar con otra persona.
Lo cierto es que cada vez resulta más frecuente encontrarnos con esas personas tipo “no necesito a nadie, solo o sola soy suficiente”. Gente que no quiere hijos, ni familias que les amarren las alas. Gente que va de una relación a otra y cada vez quiere más, a raíz de la angustia que ocasiona esa incapacidad de amar.
Quien no es capaz de estar solo tiene tantas dificultades como quien no es capaz de estar en pareja. De cualquier modo, lo que define si tu soltería es sana o neurótica es la forma en la que percibas que ese estado responde a tus expectativas y tus necesidades.
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