Hace aproximadamente un mes una persona poco cercana a mí se me acercó y me sugirió si podía comentarme algo que ella pensaba que yo debía saber. Le dije que sí, sin mucho entusiasmo y, para mi sorpresa, se convirtió en todo un dolor de cabeza: me contó algo que no quería creer y me costó asumir la realidad.
Lo que me dijo esta persona en concreto es que una amiga mía había traicionado mi confianza contando algo que solo las dos deberíamos haber sabido. Evidentemente, cuando algo así ocurre lo primero que queremos pensar es que no es cierto: “no es posible que mi amiga me haya fallado, te estás equivocando”.
Por desgracia, más tarde los días me confirmaron que yo tenía los ojos vendados de irrealidades y que solo había querido creer lo que me hubiera gustado que hubiera sido verdad: era mucho más sencillo y menos doloroso pensar que aquella amiga seguía siendo la misma para mí y no alguien que me había traicionado.
Una es creer lo que no es verdad, la otra es negarse a aceptar lo que sí es verdad.”
-Soren Kierkegaard-
El razonamiento motivado: lo que queremos creer
De esta breve experiencia que ha servido de ejemplo lo importante es la enseñanza que podría sacarse: esa actitud casi involuntaria que nos condcreencias y expectativasuce a poner en consonancia la realidad con los pensamientos, que tenemos.
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Solemos partir siempre de unos conceptos y unas premisas preconcebidas en la mente según las cuales comenzamos a administrar la información: es lo que se conoce en el campo de la psicología como “razonamiento motivado”. En un primer momento pasamos por alto los hechos reales acerca de lo que nos llega, de tal manera que lo recibimos e inferimos según nuestra propia organización mental.
Actuamos en consonancia al razonamiento motivado en la mayoría de decisiones que tenemos que tomar, sobre todo cuando se trata de temas proclives al debate: política, religión, costumbres… Tendemos a creer como verdad aquella comunicación cercana a los puntos de vista personales: el razonamiento motivado actúa así como un mecanismo de defensa ante la información que puede ser peligrosa.
Para cada uno su mundo es veraz
En el mundo en el que vivimos una gran parte de aspectos son comunes, sin embargo a la vez que crecemos vamos configurando poco a poco una visión propia de qué es lo que nos rodea y cómo lo vemos. Esta visión está condicionada por diversos factores que tienen mucho que ver con la sociedad y la cultura en la que nos encontramos.
Como esta perspectiva de las cosas es individual para cada cual podemos decir que su mundo es totalmente veraz, porque se va constituyendo en base a unos principios personales. Por ejemplo, cada uno mantiene relaciones con x personas y no con otras por determinados motivos propios.
“Lo que creemos de nosotros mismos y de la vida
llega a ser nuestra verdad.”
-Louise Hay-
De esta manera, en el momento en el que alguien ve cómo su mundo entra cualquier tipo de duda externa le entra un conflicto interior que le conduce a creer como verdadera la respuesta que más se acerque a su concepción del mundo, sencillamente porque pensar lo contrario supondría un mayor esfuerzo de aceptación: muchas veces los prejuicios y creencias pesan más que la razón.
El mayor ciego es el que se niega a ver
Una expresión que está estrechamente relacionada con la teoría del razonamiento motivado es aquella que dice no hay peor ciego que el que no quiere ver. Si volvemos a mi experiencia del inicio podemos entenderlo claramente.
Creer que mi amiga amiga me había fallado era para mí totalmente imposible, no obstante me estaba comportando con los ojos totalmente tapados y no quería ver que por muy poca probabilidad que hubiese de que fuera cierto, la había. Esta situación se repite muchas veces y, además, puede generar discusiones o enfrentamientos directos.
Es muy normal que nos enfrentemos a la incomodidad en la que dos personas discutan porque tienen opiniones diferentes de un mismo tema, generalmente porque sus creencias son también distintas. Por ejemplo si uno de los dos no fuma se mostrará totalmente de acuerdo con la ley del tabaco incluso sin informarse sin informarse previamente. Esto es porque, en definitiva, nuestro pensamiento está dirigido y nuestras acciones son consecuentes con él.
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