Y te perdí mujer.
En el camino me prendiste una lámpara fragante, entonces se aromaron y se hicieron divinos todos estos cansancios humildes y constantes No sé si apenas eras una leyenda o eras un río que afluía para todo dolor pero si fue leyenda para mi enfloreciste aromas dentro de mi canción.
Hiciste un semillero de ilusiones que vivió ingenuamente en mi tristeza. Lentamente. Fue el jugo de rencores echados sobre el jugo de rencores sobre el manto de la ilusión ingenua.
En mi torre de odios tuviste una ventana (Un vidrio ilusionado, transparente y gentil.)
Ya se quebró. Es inútil que te llame mi amada porque, mujer, en una negrura te perdí.
Pablo Neruda
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