Antes del olvido
Acaso es tarde. No importa ya que con favor del diablo coloque mis jazmines en la acera, mi zapato de tierra en la ventana, y me quede en cuclillas, aguardando, que alguien golpee de una vez mi puerta. No importa ya que con las gotas de un día que en la fiesta fue lluvioso, yo moje mis cabellos y mejillas, y me quede sentada, parpadeando, sobre el sillón de mimbre, en la penumbra. Acaso es tarde. Acaso el tiempo me llegó de golpe por andarme de madre, por andarme de hija, y este fuego nocturno que sube por mis huesos, este aullido feroz que levanta mi sangre, ya no son señales para llamar a nadie.
Delfina Acosta
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