Libros, urnas de ideas; libros, arcas de ensueño; libros, flor de la vida consciente, cofres místicos que custodiáis el pensamiento humano; nidos trémulos de alas poderosas, audaces e invisibles; atmósferas del alma; intimidad celeste y escondida de los altos espíritus. Libros, hojas del árbol de la ciencia; libros, espigas de oro que fecundara el verbo desde el caos; libros en que ya empieza desde el tiempo, libros (los del poeta) que estáis, como los bosques, poblados de gorjeos, de perfumes, rumor de frondas y correr de agua; que estáis llenos, como las catedrales, de símbolos, de dioses y de arcanos. Libros, depositarios de la herencia misma del universo; antorchas en que arden las ideas eternas e inexhaustas; cajas sonoras donde custodiados están todos los ritmos que en la infancia del mundo las musas revelaron a los hombres. Libros, que sois un ala (amor la otra) de las dos que el anhelo necesita para llegar a la Verdad sin mancha. Libros, ¡ay!, sin los cuales no podemos vivir: sed siempre, siempre, los tácitos amigos de mis días. Y vosotros, aquellos que me disteis el consuelo y la luz de los filósofos, las excelsas doctrinas que son salud y vida y esperanzas, servidle de piadosos cabezales a mi sueño en la noche que se acerca.
AMADO NERVO
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