Pino en las penumbras
Sobre tus hombros inclinar mi rostro. Un lirio aún vivo que encontré, contarte. Soy la culpable de tus versos lúgubres donde una llama ciega y negra arde. El pino en las neblinas es un verso, y todo cuanto muere o cuanto nace, la ropa de la flor, la carne blanca de las orquídeas que al amor se abren.
Mirarte amado y verme en tu mirada, besar tu anillo gris, pero abrazarte como si el tiempo fuera a despedirse.
¿Qué es esto de perderse y encontrarse? Por un camino de furiosas hojas llegaron los fantasmas de la tarde. Tú, mi alma sola, y yo, también, tu alma, si rondan ya los últimos amantes.
Delfina Acosta
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