Introducción
Hemos llegado a un punto crucial en el evangelio de Marcos. Por un lado, la popularidad de Jesús entre las masas había tocado su punto más alto, y por otro, la fe y percepción de los apóstoles en cuanto a su verdadera identidad, también había alcanzado su cima. Era el momento adecuado, por lo tanto, para comenzar a explicar la secuencia de acontecimientos que habían de preceder el establecimiento del reino. Y lo primero que hizo, fue anunciarles con total claridad que iba a ser rechazado por la nación y crucificado. Esto era algo difícil de entender y aceptar para los discípulos. Primeramente, porque chocaba frontalmente con los conceptos que ellos tenían acerca del Mesías como un caudillo victorioso, y no como alguien vencido y derrotado. Y en segundo lugar, porque viendo a las multitudes enfervorizadas siguiendo a Jesús por todos los lugares por donde iba, no podían imaginar que su propia nación fuera a crucificarlo. Pero el Señor conocía bien al pueblo, y sabía que mucha de la fe de la gente que le seguía era superficial e interesada, y que finalmente llegarían a rechazarle en el momento en que no se ajustara a lo que ellos esperaban de él. Además, Jesús sabía muy bien que para llegar a reinar sobre hombres pecadores, era necesario vencer primero el pecado, y esto sólo era posible por medio de su propia muerte y resurrección.
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