LA ATRACTIVA PRINCESA TUERTA
Ana Mendoza de la Cerda, es la aristócrata tuerta más famosa de la historia de España. Conocida con el nombre de Princesa de Éboli por su matrimonio con Ruy Gómez de Silva, noble de origen portugués, hombre de carácter pragmático muy influyente en la poderosa Corte de Felipe II, llegó a ser ministro y valido del monarca.
Ana pertenecía a una de las familias más poderosas de su época, poseía cuatro títulos heredados, pues fue la única hija del matrimonio formado por Diego Hurtado de Mendoza y de la Cerda y Catalina de Silva y Cifuentes, nació un 29 de junio de 1540 en el pueblo de Cifuentes ( Guadalajara ). Al contraer matrimonio a los doce años sumó otros cuatro, títulos no le faltaban a la señora ni poder ni caudales.
Nadie sabe porqué doña Ana llevaba un parche en el ojo derecho es un secreto que nunca se ha desvelado, unos historiadores dicen que era bizca, otros que practicando esgrima de pequeña con un paje de su casa paterna le hirió con la punta del florete y quedó tuerta. Ese defecto no mermó en absoluto su atractivo ( no se podía considerar una belleza ), incluso llegó a proporcionarle un aire enigmático que le hacía aún más interesante. Era delgada, más bien enjuta, barbilla, manos y pies eran más grandes de lo debido, tenía una piel finísima hasta tal extremo que las venillas de las sienes y de las manos se le notaban, llevaba siempre puesto un parche de seda negro en forma de rombo en el hueco de su ojo.
Ana vivía en Madrid en un palacio hoy desaparecido, estaba situado enfrente del Alcázar Real, decían las lenguas que era amante del rey, incluso en vida de su marido, del que quedó viuda con 36 años y el bagaje de diez hijos nacidos de su matrimonio, celebrado cuando ella tenía 12 años y consumado siete años después, pues él era 24 años mayor.
Fue una mujer intrigante en la Corte de Felipe II, eso le trajo graves problemas. Su amante ya una vez viuda era el secretario de Estado del monarca Antonio Pérez del Hierro. Hombre ambicioso y de gustos ampulosos, su palacio estaba ubicado en la Plaza de Santa María muy cerca de la residencia de la princesa. La escritora Kate O´Brien, describe en un libro sobre doña Ana el dormitorio de Antonio Pérez, así podemos hacernos una idea de su personalidad; " Su cama tenía unos postes tallados en plata, en forma de enormes ángeles con ojos de piedras preciosas y las alas extendidas. Y había estrellas y una media luna de pedrería, y colgaduras de tela de oro y azur, y perfumes ardiendo en pebeteros de oro sobre pedestales de ónice." Para más inri la casa tenía mesas de plata maciza labrada, servicios de mesa de oro y piedras preciosas y criados ataviados con libreas fantásticas. En definitiva era un sibarita en bruto o un hortera.
Antonio Pérez fue acusado de la muerte de don Juan de Escobedo, secretario de don Juan de Austria, hijo natural de Carlos I, ( una trama enrevesada en la que al parecer estaba implicado Felipe II ). El monarca lo manda apresar pero este logra huir. No corre la misma suerte la princesa acusada de complicidad con su amante en el crimen, encerrada con su dueña Bernardina como única compañía en el Torreón de Pinto, luego es trasladada a Santorcaz, más tarde se la recluye en su palacio de Pastrana, en el que le dejan tener a su hija pequeña con ella.
Palacio ducal de Pastrana
Su amante Antonio Pérez se fuga a Aragón, comete la torpeza de pasar por Pastrana a visitar a la princesa, esta le da cobijo, cena con él y le proporciona una cama donde pasar la noche. Doña Ana hasta entonces estaba recluida en su palacio, más disponía de cierta libertad para moverse por él, aunque siempre vigilada por sus celosos guardianes y sin poder salir de el. Contaba con la compañía de su fiel dueña Bernardina y de su hija pequeña que más tarde profesó en un convento Franciscano, a la que llamaba Anichu.
Enterado el monarca de la visita de Antonio Pérez a su ex amante, monta en cólera y ordena tapiar todas las ventanas de las habitaciones del palacio, desposeerla de sus criados y pertenencias como muebles, cuadros y libros, incluso la separan de su dueña, la única persona que nunca la hubiese abandonado. Además tapian el balconcillo con la reja de su palacio desde donde la princesa se asomaba a ver la plaza. Sólo le queda la luz de una vela. ¿ Serían celos reales o acusación de ayuda en la huida de Pérez ?. Ella no le ayudó, sabía los entresijos de la Corte y simplemente era ya una pobre mujer caída en desgracia, daba igual.
Doña Ana Mendoza de la Cerda, princesa de Éboli y de Mélito, duqesa de Francavilla, de Pastrana y de Estremera, marquesa de Algecilla y de Diano y condesa de Aliano, falleció encarcelada en su palacio de Pastrana un 2 de febrero de 1592, muy envejecida, enferma y casi inválida a los 51 años.
Sus restos mortales se encuentran enterrados en la preciosa Colegiata de ese hermoso lugar, junto a los de su esposo Ruy Gómez de Silva.