"No me quedó otro remedio que vivir como una ermitaña. En el gran mundo me persiguieron y me juzgaron mal, me hirieron y me calumniaron tanto...Y, sin embargo, Dios que ve en mi alma, sabe que jamás le hice daño a nadie" (Confesión de Isabel de Baviera a su profesor de griego, Constantin Christomanos, 1891)
Al cumplir los treinta y cinco años de edad, Isabel de Baviera (Sissi), decidió ocultar su rostro detrás de un abanico y protegerse con una sombrilla de la mirada de los curiosos. Ella, que había sido considerada la emperatriz más hermosa de Europa, estaba harta de ser contemplada por el pueblo como un ídolo. También se negaba a interpretar su papel de encantadora emperatriz del poderoso impero austrohúngaro en una corte anticuada y perversa, donde siempre se sintió una extraña. No se dejó retratar nunca más y nadie pudo ser testigo de su decadencia física que tanto la angustiaba. Porque la leyenda de su belleza iba paralela a su excéntrico comportamiento, Durante más de cuarenta años asombró a todas las casas reales con sus desplantes y su menosprecio al rígido ambiente de los Habsburgo. Sissi rompió todos los moldes de la época y, desde luego, no fue la dócil princesa de las películas. (Las Reinas Malditas(Cristina Morató)