"Frida, amada,
Al contemplar esta noche tu rostro de cervatillo, he descubierto que jamás conseguiré hacerte a un lado de mi cabeza no se diga de mi corazón. Arde mi sangre como una lámpara votiva al lado de mi mesa, y es como un cerrojo (parte ilegible en el original) una noche en Colloacan (sic). Dejo este papel debajo de tu puerta. Y debo volver a aclarar que no hubo diferencias entre nosotros. Ni la espina dorsal abre un surco insalvable en los hemisferios de una espalda. Me cuesta precisar en cualquier caso, tal vez por mi alma eslava, si ese espacio abierto entre nosotros podrá cerrarse y cicatrizar (…)
Te amé desde siempre y a escondidas. Me encontraba dueño de un juego de principios en los que me arrellanaba como un castor, y esquivaba el fantasma de tu bigote, tu porte de soldadera y esa sed de besos que .. (parte ilegible en el original)".
En los años 30 y 40, el calor de la Segunda Guerra Mundial levantó los ánimos revolucionarios de diversos países. Cada persona adoptó una postura basada en creencias, y con esos dogmas a los que se mantuvieron fieles murieron. Todos creían tener la razón y su ánimo combativo provocaba enfrentamientos densos en todos los ámbitos: sociales, económicos y artísticos.
Cuando León Trotsky fue expulsado de Rusia por estar en contra de Joseph Stalin y crear el Ejército Rojo, él y su esposa Natalia Sedova comenzaron a refugiarse en distintos países para evitar la muerte. En México, el pintor Diego Rivera veía con muy buenos ojos la postura de Trotsky, por lo que le pidió al presidente Lázaro Cárdenas que lo recibiera en el país. Cárdenas aceptó, sin embargo, pidió a Diego que le diera un lugar donde alojarse.
Él y Frida Kahlo ayudaron a Trotsky ofreciéndole un hogar en la Casa Azul. Trotsky llegó a la residencia y comenzó a hacer migas con ambos, al tiempo que la izquierda mexicana, con mucha fuerza en ese momento, no estaba nada de acuerdo con el nuevo inquilino. De hecho, el muralista David Alfaro Siqueiros intentó asesinar a Trotsky en su segundo hogar.
En 1937, Frida le regaló un autorretrato al inquilino que él colocó en su estudio. Así comenzó su extraño romance que, aseguran los expertos, pudo deberse a dos cosas; la primera, una venganza de la artista porque Diego Rivera se había acostado con su hermana; la segunda, su gran inteligencia y postura política.
En 1939, Diego se enteró del romance entre Trotsky y Frida, lo que hizo que rompieran relaciones y Trotsky se mudara a su casa en Churubusco. Sin embargo, durante esos años de tórrida relación, ambos documentaron su amor con cartas que reflejan sus sentimientos.