Carta a una joven
Todos los días echo la red de mis afectos al mar de tu pulcros sentimientos.
Te veo bella como la luna, perfumada como la flor más espléndida que crece en el jardín de esta vida.
Cuando te veo por la calle con tu rostro sonriente, con tu cabello movido por el viento- cogida de la mano de tu amigo- siento una gran admiración por ti.
Eres promesa de una vida nueva, semilla ya crecida que pronto va a dar sus frutos mejorando a esta sociedad en la que te ha tocado vivir.
Me imagino que no andarás con tontadas que estropeen tus años felices de joven.
En la carrera del amor que ya percibes y siente hondamente en tu corazón, vale más quien va más despacio.
Quien mucho corre en esta ciencia eterna del amor, se estrella, posiblemente, en seguida contra el acantilado de la frustración.
Tienes tus años para acabar de tu madurar en tu lindo cuerpo –arpa de mil sonidos diferentes- y en tu madurez espiritual, es decir, en toda la gama de valores que asoman ya en tus cualidades.
Te queda tiempo para madurar. No descuides ningún momento para vivir la vida intensa y profundamente, digna y elegantemente.
Cruza los caminos de esta existencia. Escoge siempre lo mejor y lo más bello para formar una sinfonía de gozo y de júbilo en ti misma.
Huye del pasotismo y de la mediocridad consumista.
Joven, flor hermosa que crece en este paraíso, hazlo más agradable con tu sabiduría y tu ternura. Lo esperamos de ti.
¡Vive hoy feliz!