Un Judío que estaba hablando con un amigo dijo:
“Yo prefiero dormir sólo; creo en el celibato.
De hecho desde que nos casamos mi mujer y yo siempre hemos tenido habitaciones separadas”.
“Pero –dijo el amigo-,
supongamos que te apetece un poquito de amor durante la noche
¿qué haces?”
“¡Oh! –contestó el otro-, simplemente silbo.”
El amigo se quedó atónito, pero siguió preguntando:
“Pero supongamos que ocurre lo contrario
y es a tu mujer a quien le apetece un poquito de amor;
¿qué ocurre entonces?”.
“¡Oh! –le respondió-, ella viene a mi puerta y llama,
y cuando yo respondo me pregunta:
“¿Querido, has silbado?.”
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