La roca que desafía al viento noche y día, frente al mar es como el Hombre frente al Tiempo, lucha contra su tormento y llora en su soledad.
Con cada embestida, la espuma va mermando su firmeza y ocultándola en la bruma, hasta alcanzar la fortuna de quebrantar su entereza.
Y es, al fin, como aquel niño que queda en la playa solo y no entiende el fugaz guiño que el mar lanza con cariño: ¿Acaso sirven los lloros?
Fijemos pues la mirada al final, la horizonte, que nunca aquí pasó nada, sólo otra vida gastada que no supo hallar su norte.
Así, pues, busca tu estrella, no cejes en el empeño y deja en el mar tu huella para que te siga ella. ¡Sé sólo tú tu dueño!
J. Miguel Román
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