Un cuervo vanidoso estaba cansado de sus plumas negras y sentía una cierta envidia de los pavos reales, siempre adornados con sus vistosos colores.
Piensa que te piensa, decidió recoger las plumas, que se le habían caído a un pavo real, se engalanó con ellas, y desdeñando luego a los otros cuervos, se introdujo en la hermosa manada de los pavos reales.
Los pavos se admiraron al principio del ser tan ridículo y extraño, y reconociendo que no era de su especie, le arrancaron las plumas hurtadas, y le echaron de allí a picotazos.
El cuervo, viéndose tan maltratado, medio muerto, y lleno de vergüenza, se volvió con los suyos, los cuales también le despreciaron y le arrojaron de sí. Entonces uno de los cuervos, a quien había menospreciado antes, le dijo:
— Si te hubieras contentado con vivir entre nosotros, y te hubieras sentido orgulloso de lo que te dio la naturaleza, ni hubieras padecido aquella afrenta, ni ahora tendrías que sentir esta repulsa.
Esopo
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