La persona que funciona plenamente tiene un sentido muy profundo de espiritualidad. Sabe que su calidad de persona y el mundo en el que vive, no se pueden explicar o comprender solamente a través de la experiencia humana.
Sabe que debe dar el "salto místico".
Tiene que ir más allá de si misma, más allá de su limitada realidad.
Posee una inexplicable sensación de algo más.
Siente que existe un intelecto operativo mayor que el suyo, aunque no encuentre palabras para nombrarlo.
Esta conciente de un gran diseño incesantemente operativo, en el cual todo es compatible y en el cual, no hay contradicciones.
La vida nos ofrece pocas explicaciones.
No podemos estar seguros ni del verdadero significado de la vida, ni de la fuente de la misma, ni de la vida después de la vida.
Solamente nosotros podemos aceptar con fe o elegir la nada.
O elegimos creer que todo es importante o que nada importa.
La espiritualidad, la fe, y el misterio, son inherentes a cada aspecto de la vida.
Estar en contacto con la naturaleza, sentir profundamente sus estados de ánimo, experimentar plenamente su hechizo, saber como trabajan las cosas que llamamos inanimadas, es sumergirse en la espiritualidad y divinidad de todas las cosas.
Yo nunca he podido dar por naturales, las cosas comunes y todavía tiemblo de emoción, cuando marco un número telefónico directo al otro lado del país, o a Europa y escucho la voz de la persona diciendo "hola", el hecho de que al apretar un botón, se produzca calor, o frío o música...es algo que no deja de admirarme.
El hecho de que puedo plantar una semilla y esta se convierta en flor, de que puedo enseñar algo que pasa a ser parte de otro, que le sonrió a alguien y recibo una sonrisa como respuesta, son para mí ejercicios espirituales continuos.
La gran variedad de alimentos, naranjas, manzanas, nabos, me maravillan también.
La maravilla de que cada alimento tiene su sabor, de que cada flor tiene sus propias características, cada día y cada noche, su propia música.
Es fácilmente aparente que no es el mundo el que está vacío y falto de magia, somos nosotros.
La magia no es prerrogativa única del hechicero.
Nosotros mismos somos magos que tenemos el poder de conjurar y desencantar.
Nosotros creamos el misterio cada día.
Los secretos yacen debajo de cada árbol, en cada insecto, en cada pensamiento.
Las flores florecerán, nos interesemos en ellas o no.
Todos los alimentos tendrán diferentes sabores, aunque no nos molestemos en probarlos.
Siempre habrá hermosos amaneceres, aunque nosotros no nos levantemos a ver ni uno.
El espíritu de cada persona y cosa, esta presente aunque estemos demasiado dormidos para sentirlo, aunque neguemos su existencia.
La espiritualidad abarca una conciencia de todo lo que hay y una apertura a lo que no hay.
Es la fortaleza e intrepidez para permitirnos a nosotros mismos trascender la realidad y trascendernos a nosotros mismos.
El individuo que funciona plenamente sabe que es la magia la que le da la sal a la vida, la que erradica el aburrimiento y la que eleva la existencia más allá del espacio y del tiempo.
Una persona que funciona plenamente, se embelesa ante una naranja y se extasía ante una brizna de hierba.
Funcionar plenamente es estirar la mano con confianza absoluta y tocar a Dios en todas las cosas.