Sin orden, sin juicio, sin esperas.
Sin una ilusión corta, sin un sueño largo.
Así fue, así será.
La vereda ancha, la calle angosta,
un remiendo a cada paso, un agujero en la avenida.
¡Ni un día distinto, ni una cama perecida, ni una queja igualitaria!
No quedan ya ni telones ni escenarios,
para los cuartos menguantes que amanecen con la luna.
¡Esta brevedad de amor quepa en unas cuerdas de violines
afinados con las flacas gotas de la lluvia!
Este latir entra en la palma de mi mano cerrada,
en mi pulso de sombra, en mi oquedad de utopías irascibles.
Sin Góngora, sin Quevedo, sin Martí,
sin una prosa maldita, ni una rima sagrada, ni un soneto preciso.
Esta vida cabe en el hueco de una pared sangrante
en la herida repulsiva de un misterioso grito.
¿Cuanta pena mas te hace falta?, ¿Cuánta tristeza?
No hay maderas para armar el fuego
Ni tampoco brasas para dispersar cenizas
Desde éste incómodo borde donde agoto el equilibrio,
Donde no existen verdades ni preguntas sin censuras.
Donde nada comienza y donde nada termina.
No queda ya una carta entre las manos
ni siquiera la posdata en lo ancho del camino
Los sobres rotos, las letras enquistadas, el beso interrumpido.
Sobre éste límite abrazo… la finitud de la vida.
Walter Faila