Después de someter a un minucioso chequeo a un famoso sacerdote el médico le dijo: “Bien, seré franco con usted: siento tener que decirle que sus pulmones no están en buena forma. Debería pasar unos meses en Suiza.”
“¡Oh, querido! –respondió el sacerdote-, creo que no podré hacerlo. No me será posible. Mi economía no me lo permite. Soy un hombre pobre, ¿sabe?”
“Bien depende de usted. O va a Suiza o al cielo.”
“¡Ah muy bien!, entonces Suiza”, dijo el sacerdote después de pensarlo un momento.