En silencio, vuestros corazones saben los secretos de los días y de las noches.
Mas vuestros oídos ansían escuchar el eco del conocimiento de vuestro corazón.
Quisierais saber en palabras lo que siempre supisteis en pensamiento.
Quisierais tocar con vuestros dedos el desnudo cuerpo de vuestros sueños.
Y es bueno que así sea.
El recóndito manantial de vuestra alma necesita brotar y correr murmurando hacia el mar.
Y el tesoro de vuestra profundidad infinita se revelaría entonces a vuestros ojos.
Mas, no tratéis de pesar en balanzas vuestro tesoro desconocido.
Ni exploréis las profundidades de vuestro conocimiento con cayados ni sondas.
Porque el yo es un mar infinito, inconmensurable.
No digáis: “He hallado la verdad”, sino: “He hallado una verdad”.
No digáis: “He encontrado la senda del alma”.
Decid más bien: “He encontrado al alma caminando por mi senda”.
Porque el alma camina por todas las sendas.
El alma no va en línea recta, ni crece como una caña.
El alma se despliega como un loto de innumerables pétalos.
Jalil Gibrán