Virgencita del Tepeyac, morena, tu eres mi madre, Señora Divina tu eres la luz donde el mundo camina, Dios te forjó pura y de Gracia Plena. Desde el cielo bajaste envuelta de Sol de entre todas escogida Doncella, con el fulgor de la más bella estrella para dar belleza a la mar tornasol. Oigo cantar, a la madre más bella una voz canora en el paraíso, a la Reina del cielo que dios quiso que con pureza siguieran su huella. En la campiña no existe la rosa, en toda la tierra no hay oro mejor siquiera comparable a tu resplandor ni pureza de Santísima Esposa. De los humanos eres Sagrario y me cubre tu Venerable Aliento… el dulce Ayate, tu Tilma, tu Manto y todo se calma en tu Rosario. Te canto porque soy guadalupano y con esa voz, traigo un solo ruego “Mi Niña” como dijo el indio Diego, no olvides a tu siervo franciscano. Rafael Mérida Cruz-Lascano
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