

ERA APACIBLE EL DÍA
Era apacible el día Y templado el ambiente, Y llovía, llovía Callada y mansamente; Y mientras silenciosa Lloraba y yo gemía, Mi niño, tierna rosa Durmiendo se moría. Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente! Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca en la mía!
Tierra sobre el cadáver insepulto Antes que empiece a corromperse... ¡tierra! Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos, Bien pronto en los terrones removidos Verde y pujante crecerá la yerba.
¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas, Torvo el mirar, nublado el pensamiento? ¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve!... Jamás el que descansa en el sepulcro Ha de tornar a amaros ni a ofenderos ¡Jamás! ¿Es verdad que todo Para siempre acabó ya? No, no puede acabar lo que es eterno, Ni puede tener fin la inmensidad.
Tú te fuiste por siempre; mas mi alma Te espera aún con amoroso afán, Y vendrá o iré yo, bien de mi vida, Allí donde nos hemos de encontrar.
Algo ha quedado tuyo en mis entrañas Que no morirá jamás, Y que Dios, porque es justo y porque es bueno, A desunir ya nunca volverá. En el cielo, en la tierra, en lo insondable Yo te hallaré y me hallarás. No, no puede acabar lo que es eterno, Ni puede tener fin la inmensidad.
Mas... es verdad, ha partido Para nunca más tornar. Nada hay eterno para el hombre, huésped De un día en este mundo terrenal, En donde nace, vive y al fin muere Cual todo nace, vive y muere acá.
Autora: Rosalía de Castro


Webset Copyright IriaFlavia © 2010 All Rights reserved |