Recordemos esas sabias palabras bíblicas que en alguna ocasión hemos escuchado sin saber de dónde vienen y a las cuales seguramente nunca les hemos dado la tremenda importancia que se merecen, y esto por no discernir el significado real de su contenido; Dichas palabras son,
"Lo que fue volverá a ser, lo que se hizo se hará nuevamente. No Hay Nada Nuevo Bajo el Sol"
(Eclesiastés 1: 9,),
Es decir: que bíblicamente todo el conocimiento y toda la sabiduría, y todo lo demás se encuentran desde siempre y para siempre alrededor nuestro, cubriéndonos, envolviéndonos por mandato divino, y que tan solo basta con seguir el orden correcto en las instrucciones que Jesús nos ofrece a través del Nuevo Testamento para penetrar en su Esfera Espiritual del Poder Total y hacer nuestro el plan que Dios tiene para usted, para mi, y para todo aquel que quiera guardar y enseñar a cumplir la Palabra de Jesús en el orden y para el propósito de Dios.
Veamos. ¿Cuáles son las instrucciones que Jesucristo nos da para tener acceso a su Esfera de Poder?
Analicemos, pensemos, razonemos. ¿Cómo es que vemos las cosas físicas y materiales, percibimos olores, escuchamos sonidos, o reconocemos sabores agradables o desagradables, o al sentirlo, cualquier objeto o material conocido? Lógicamente con nuestros cinco sentidos con los que fue equipado nuestro cuerpo por decisión divina para poder vivir y disfrutar en forma plena de este maravilloso mundo que fue creado, ni más ni menos para que reináramos en él. Así, que para tener consciencia de ello, fuimos también participados de alma y espíritu con la finalidad de poder alcanzar la comunicación a su debido tiempo, con el Poder Superior, y de esta manera tener abierto siempre el canal por el que manarán los dones, las energías y poderes de Dios a los que tenemos derecho por ser su creación predilecta y extensión de El mismo, quien además por la misma razón de su orden y propósito Divino, liberó de cualquier manera el decidir por nosotros mismos el modo y la forma en que deseáramos vivir y comportarnos, es decir, nos otorgó nuestra mente y voluntad humana sujeta a lo que conocemos como el libre albedrío, y por supuesto, también nos dió leyes que respetar para tratar de ser gratos a sus ojos y no caer en excesos que nos perjudicaran, lo que por supuesto sucedió y sucede actualmente, y esto, porque la Ley de Dios que Moisés dio a su pueblo en el Antiguo Testamento el hombre la ha utilizado para imponer sus propias enseñanzas y mandatos, por lo que no hubo hombre que pudiera cumplirla e inevitablemente fue conducido a lo que conocemos como pecado es decir, desobediencia, y como consecuencia de ello fue afectado negativamente y le fueron vedados los beneficios espirituales a los que hubiera tenido derecho si hubiera podido cumplir con ella.
Sólo que ha sido más fuerte el obedecer enseñanzas y mandatos de hombre, que obedecer el mandato de Dios, esto sin duda provocado por nuestra soberbia y necedad al creernos autosuficientes sin que en verdad lo seamos.