Devotamente guardo los besos que me diste en el pequeño cofre de mi desilusión, igual que las palabras de amor que me dijiste que fueron como dardos para mi corazón.
Estoy como un canario comiendo sólo alpiste, cantando día a día monótona canción, bebiéndome en suspiros desde que tú me hiciste tu prisionero, el agua de mi liberación.
Ya no hay para mis ojos más luz que tu mirada ni para mis oídos más voces que tu voz y mi alma en tus encantos quedó crucificada como Jesús otrora en un Calvario atroz.
Sin ti ya no soy nada ni nadie. Sin tus mimos me muero, me desmayo sin ti. Me desvanezco. ¿Será que en un abrazo de amor nos confundimos donde ni tú me tienes ni yo te pertenezco?
¿Será que estoy atado irremediablemente al mundo de los sueños como un recurso impío, en donde el alma siente y el cuerpo nada siente como la mar que ignora cuando recibe al río?
No sé, ni tú lo sabes. Ninguno lo sabemos. Ni tú ni yo ni nadie. Tan sólo Dios lo sabe. Por eso nuestro cáliz de amor lo beberemos; pero a pequeños sorbos para que no se acabe.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC
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