EL MASOQUISTA
Busca la soledad, no la alegría, un ermitaño anciano de amarguras. Ama la oscuridad y las negruras en su cabaña de melancolía.
Bajo una ruma de exfoliado suelo, tapa sus penas entre punto y coma. Tan sólo saca y un segundo asoma su tez blanqueada por mirar el cielo.
Rejuvenece los recuerdos viejos con un rosario de tristezas nuevas, que va contando desde cerca y lejos
con los guarismos de su sed longeva. Y el pobre asceta ahuyenta los festejos, que compasivos pasan por su cueva.
ENRIQUE QUIROZ CASTRO
SALUDOS DE TU AMIGA

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