Mi alma me advirtió y me hizo percibir la belleza oculta de la piel,
la forma y el matiz.
Me enseñó a meditar sobre lo que la gente llama feo hasta que aparece
su verdadero encan to y deleite.
Antes de que mi alma me aconsejara, para mí la belleza era una antorcha
temblorosa entre columnas de humo.
Ahora que se desvaneció el humo no veo sino la llama.