La condenación
Se fueron marchando uno a uno,
cada cual arrojando su piedra,
no a la pecadora sino al suelo,
en el silencio de la vergüenza.
Se fueron marchando uno a uno
los que la condenaban,
los que no sabían del amor,
los que sin entender repetían:
“Maestro, esta mujer ha cometido adulterio”.
“Que arroje la primer piedra – dijo Dios -,
el que nunca ha pecado.”
Fue entonces que nadie respondió.
Ante el maestro que mucho amaba,
uno a uno se fueron marchando…
Desde los viejos a los postreros,
todos los que condenar buscaban.
Y la mujer, no se ha marchado…
“Mujer ni yo te condeno,
vete y no vuelvas a pecar.”
Dijo el único digno de juzgar.
(7) Relato poético a partir de Evangelio de Juan 8:3-11.
D/R