Por delicadeza, permití que los pájaros helados calentaran sus picos en mi lumbre, horadaran los leños de la noche e hirieran con sus cantos mi silencio. Ellos mancharon con sus plumas mis sábanas y picoteando sobre la pureza me volvieron ceniza, por delicadeza. Por delicadeza, consentí ser la amante de los héroes. Alimenté mentiras y carencias en hoteles de paso; amordacé mi corazón de niña y fui mujer fatal para que nunca parecieran culpables. Ellos se fueron con mis mejores máscaras y sus esposas, muertas de tristeza, me dieron mala fama, por delicadeza. Por delicadeza, pude resucitar en mis papeles aquellos pájaros helados. A mis tristes y efímeros amantes con sus tibias y frívolas esposas los transformé en metáforas. Esparcí mis cenizas. Hice versos sólo para conjurar mi mala fama. Y hoy que no creo en la delicadeza te me apareces tú que eres más que la delicadeza. Estoy enferma de delicadeza y no perderé mi vida por delicadeza conmigo misma. Por delicadeza.
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