No puedo pedirle ya nada a la vida, pues todo me ha dado: luchas y alegrías, una casa humilde, una gran familia, el pan en la mesa de todos los días, la amistad que deja su mano extendida. Entre tantos pasos y algunas heridas voy andando siempre con la fe encendida sin viejos dolores que opaquen la dicha, voy mirando al frente con una sonrisa y si alguna lágrima me nubla la vista bendigo esa gota, pura y cristalina, que al rodar me dice que aún estoy viva, que siento, palpito, me caigo... y arriba sintiéndome aún plena y convencida. Ya nada le pido, la fuerza que es mía, nace del valor que me da la vida.
DE LA RED
|