Dicen las malas lenguas que el que vive de ilusiones -mengua y crece, crece y mengua- muere de desencantos.
Y los desencantos llegaron; -no tardaron, no tardaron- agua que no he de beber: aunque apriete bien las manos no dejará de correr. Aunque acerroje mi abrazo, aunque te soldé a mi pecho, de tu amor no quedó nada, ni el más mínimo despecho.
Felipe Antonio Santorelli
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