Corté una rosa en el jardín de enero, la llevé conmigo al jarrón de febrero; el cálido marzo supo deshojarla y en la mañana de abril estaba olvidada.
La ternura de mayo me hizo recordarla y la lluvia de junio avivó su retoño hasta que con julio un botón le floreció para que con agosto pudiera cortarla.
En el altar de septiembre la rosa coroné y al viento de octubre una tarde la solté para ver como vuelas papelotes y fragancias.
Pasó noviembre sereno sin poderla ver, con la estrella de diciembre la vi emerger cargada de aromas, luces y distancias.