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General: Los Santos de hoy sábado 30 de marzo de 2013
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: campitos0  (Mensaje original) Enviado: 31/03/2013 01:02
Santoral 

Los Santos de hoy sábado 30 de marzo de 2013
 Pedro Regalado, Santo
Presbítero. 30 de marzo
 Juan Clímaco, Santo
Abad, 30 de marzo
 Amadeo IX de Saboya, Beato
Laico, 30 de marzo
 Zósimo de Siracusa, Santo
Obispo, 30 de marzo
 María Restituta Kafka, Beata
Virgen y mártir, 30 de marzo
 Leonardo Murialdo, Santo
Presbítero y Fundador, 30 de marzo
 Ludovico de Casoria, Beato
Presbítero y Fundador, 30 de marzo
 Julio Álvarez Mendoza, Santo
Presbítero y Mártir, 30 de marzo
 Otros Santos y Beatos
Completando el santoral de este día, 30 de marzo
 Osburga, Santa
Abadesa, 30 de marzo
 Régulo de Senlis, Santo
Obispo, 30 de marzo
 Segundo de Asti, Santo
Mártir, 30 de marzo



Pedro Regalado, Santo
Presbítero. 30 de marzo
 
Pedro Regalado, Santo
Pedro Regalado, Santo

Santo Patrono de Valladolid

Martirologio Romano: En Aguilera, en la región española de Castilla, san Pedro de Valladolid Regalado, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, conspicuo por la humildad y el rigor de la penitencia, que fundó dos conventos, para que en ellos viviesen sólo doce hermanos solitarios (1456).

Fecha de canonización: 29 de junio de 1746 por el Papa Benedicto XIV.
«Pisad despacio, que debajo de estas losas descansan los huesos de un santo» decía Isabel la Católica a las damas de su séquito aquel día veraniego del 1493, cuando visitaba el convento de la Aguilera. Se refería a la tumba que guardaba los restos de Pedro Regalado, fraile franciscano, pobre y humilde que había muerto aún no hacía cuarenta años. Antes que la reina había estado allí mismo el cardenal Cisneros en las postrimerías de la vida del santo. Luego vendrían también el emperador Carlos -el que decía que al salir de Aranda hacia La Aguilera debía ir el visitante con la cabeza descubierta-, don Juan de Austria, Felipe II y tantos obispos, nuncios y legados papales. Eran tiempos dorados; se habían unido las dos Castillas, se había descubierto el nuevo mundo, se reconquistó Granada y se había echado a los moros de España. 

Nació Pedro en Valladolid, en el año 1390. A los trece años -bien joven- entró en el convento de los franciscanos de la ciudad que entonces era Corte. Cuando tiene quince se hace compañero inseparable del anciano y enjuto Pedro Villacreces -antiguo profesor de Salamanca, franciscano andante por Guadalajara- que tiene sueños de reforma y ha obtenido permiso del obispo de Osma para fundar por tierras burgalesas, en La Aguilera. Desde esa época serán maestro y discípulo, dos frailes con verdaderos deseos de santidad; el mayor pondrá al joven en la órbita de la más pura observancia franciscana. 

Para la Iglesia no andan muy bien las cosas. Los reductos de los monjes no son modelo ni de observancia ni de casi nada. Las consecuencias del Cisma de Occidente se hicieron notar en la clerecía alta y baja. La peste negra dejó también tambaleando los monasterios que abrieron sus puertas para reponer números -que no vocaciones- a gente no preparada. Reforma, lo que es reforma, sí se necesitaba. Y allá van los dos Pedros dispuestos a dar entre los monjes la batalla franciscana. Desde muy pronto se les juntan en La Aguilera jóvenes que quieren dar su vida y el maestro Pedro Villacreces puede formarlos desde los cimientos, sin las malformaciones y tibiezas de otros frailes mayores que tuvieran adheridas pesadas taras. Fray Pedro Regalado fue recorriendo en once años todos los cargos propios de un convento pobre: limosnero, sacristán, cocinero y encargado de dar limosna a los pobres que llaman a la puerta.

Villacreces va de nuevo a Valladolid, funda en El Abrojo, y ahora es Pedro Regalado el maestro de novicios. Madura en todas las virtudes: tiempo de oración y mucha penitencia, cumplimiento estricto, por amor, de toda la Regla; predica en los pueblos de alrededor con sencillez y persuasión propiciando conversiones numerosas y la gente ya habla de su ejemplar presencia, y hasta de milagros.

En el 1422 los religiosos de La Aguilera y El Abrojo eligen a Regalado prelado o vicario, cuando muere Villacreces. La reforma se va extendiendo con nuevas fundaciones hasta llegar a ser conocidas como «las siete de la fama» donde se respetan doce horas de oración diarias repartidas entre el día y la noche, trabajos en el campo para ayudar a los agricultores y obtener limosnas, prohibición absoluta de almacenar provisiones, celdas pobres para dormir, silencio casi continuo y nada de dinero por misas o celebraciones litúrgicas. Pasa el tiempo de un convento a otro distinguiéndose por la discreción de espíritus y por la predicación elocuente con ciencia aprendida más en la oración que en los libros. La Aguilera le proporciona el mejor de los retiros y la mejor contemplación para los últimos años de su vida. No abandona la penitencia habitual, pero añade ayuno diario, disciplinas que mortifican la carne, y tres pilares donde basa con toda intensidad su fuerza: amor a la Eucaristía, devoción ternísima a la Santísima Virgen y recuerdo de la Pasión.

¿Algo llamativo? 

Cuentan que más de una noche se le podía ver por el cerro del Aguila, próximo al retiro, siguiendo los pasos de la Pasión del Señor con una soga al cuello, cruz de madera pesada en los hombros y una corona de espinas en su frente.

También se conoce un hecho milagroso de su vida recogido en el proceso de canonización y que ofrece los elementos iconográficos de Pedro Regalado. En la madrugada del 25 de marzo, fiesta de la Anunciación, está el fraile Pedro rezando maitines en el convento de El Abrojo; siente añoranza por honrar a María en el convento de La Aguilera consagrado por él a la Virgen bajo esa advocación; los ángeles lo transportan por los aires en los ochenta kilómetros que separan las casas y lo devuelven de nuevo a El Abrojo, cumplido su deseo.

El sencillo y santo patrono de Valladolid, el Poverello de Castilla, murió con fama de taumaturgo en 1456.


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 31/03/2013 01:03
Juan Clímaco, SantoAbad, 30 de marzo
Juan Clímaco, Santo
Juan Clímaco, Santo

Abad

Martirologio Romano: En el monte Sinaí, san Juan, abad, que compuso la célebre obra Escala del Paraíso, para la instrucción de los monjes, señalando el camino del progreso espiritual a modo de una ascensión por treinta peldaños hacia Dios, de donde mereció ser nombrado con el sobrenombre de “Clímaco” (649). 

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.
EL sobrenombre de Clímaco viene del célebre tratado de ascética escrito por Juan y que le había encomendado el abad del monasterio de Raithu, La Escalera del Paraíso (del griego clímax, que quiere decir escalera). Su biógrafo, el monje Daniel del monasterio de Raithu, al suroeste del Sinaí, escribe que Juan nació en Palestina y a la edad de seis años abandonó el pueblo natal para retirarse a un monasterio del Sinaí. Allí recibió la tonsura monacal a los cuatro años de su ingreso y vivió 19 años en comunidad bajo la guía de un santo anciano, llamado Martirio.

Cuando murió el maestro, Juan se retiró a una celda solitaria sobre el monte Sinaí, a pocas leguas del monasterio, a donde bajaba los sábados y los domingos para participar en las ceremonias litúrgicas con los demás hermanos. En la celda no había sino una gran cruz de madera, una mesa y un banco que servía de silla y de cama. Su única riqueza eran los libros de la Sagrada Escritura y las obras de los Padres de la Iglesia, entre ellos la Regula Pastoralis de San Gregorio Magno, traducida al griego por un patriarca de Antioquía hacia el año 600.

La alusión a esta obra no es casual. Es evidente que la Scala Paradisi depende de la Regula Pastoralis, aunque durante mucho tiempo esto fue inexplicable porque los estudiosos creían que san Juan Clímaco había vivido en el 
Juan Clímaco, Santo
Juan Clímaco, Santo
siglo V; después se encontraron nuevos documentos que permitieron establecer la fecha de su muerte, acaecida en el 649, aclarando así la influencia de san Gregorio Magno sobre la doctrina ascética del anacoreta del Sinaí, sobre todo en el epílogo, titulado “Liber ad Pastorem”. En ese epílogo están resumidos los deberes de los abades y de cuantos gobiernan una comunidad religiosa. Juan Clímaco escribió esa síntesis de la doctrina espiritual en los años siguientes a su experiencia de anacoreta, cuando fue sacado de su amada soledad para ponerlo al frente del monasterio del Monte Sinaí.

El santo anacoreta tenía sesenta años cuando, por obediencia, escribió el resultado de sus prolongadas meditaciones sobre la práctica de las virtudes cristianas. Así nació uno de los tratados de teología ascética más leídos y que desde su primera publicación ha sido muy difundido. Su Scala tiene tres escalones, es decir, treinta capítulos que corresponden a los años de la vida de Jesús, y desarrolla en tres partes el camino o progreso del alma hacia la perfección, partiendo de la renuncia al mundo para llegar, mediante la lucha contra los vicios y la adquisición de las virtudes, a la cima de la perfección interior, que es la unión con Dios por medio de la caridad.




 
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